19 de abril de 2024
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Yavé, un Dios presente (IV)

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10 de feb. de 2023

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Por Selma Samur de Heenan

Después de Josué, Dios continuó haciéndose presente a través de los siglos, con muchísimos signos, señales y milagros que hicieron posible que el plan de salvación para su pueblo fuera desarrollándose.

Miremos dos eventos del libro de Daniel, en los cuales Yavé pone a salvo a quienes, siéndole fieles, le clamaron confiadamente, obedeciendo sus instrucciones, a pesar de las amenazas o peligros inminentes que les circundaban.

Los tres jóvenes.

Nabucodonosor hizo una estatua de oro y mandó a todos los funcionarios del reino a que una vez reunidos, en el momento en que escucharan sonar los instrumentos musicales, se postraran ante su representación de piedra para adorarle. Se advirtió junto con la invitación que quien no lo hiciera, sería echado inmediatamente a un horno de fuego ardiente.

Había tres jóvenes judíos que no obedecieron esa orden y fueron acusados ante el rey que, enfurecido, los mandó a llamar para prevenirles del castigo sino cumplían su exigencia. Ellos se mantuvieron firmes en que solo al verdadero Dios obedecían y adoraban.

Ante esta negativa, calentaron el horno siete veces más de lo corriente y los arrojaron dentro previamente amarrados. Era tan potente la gran llamarada que mató a los hombres que los habían empujado, pero a Sidrac, Misac y Abdénago, no les pasó nada. Ellos iban por entre las llamas alabando a Dios y bendiciéndolo por todas sus obras. Los acompañaba un ángel que empujaba hacia afuera el fuego y por eso, aunque seguían atizando la hoguera y se elevaba unos veinticinco metros, no les lograba hacer ningún daño. Salieron del horno, totalmente ilesos. Daniel 3, 1-64

Susana, la mujer fiel.

Esta hermosa mujer, criada por unos padres justos y rectos, estaba casada con Joaquín, un hombre grato a los ojos de Dios. Ella era deseada por un par de jueces que habían dejado entrar en su corazón la malicia de la lujuria. Un día, la siguieron hasta el jardín y pretendieron seducirla, pero ante su rotunda negativa decidieron mentir acusándola de adulterio y llevarla al tribunal para ser condenada a muerte. Sin embargo, esta firme mujer, reponiéndose del repudio y al temor de una sentencia adversa, puso su confianza en Dios y orando esperó que se hiciera justicia. Lo que sucedió de un modo inesperado, fue que un joven lleno del Espíritu Santo participó poniendo en evidencia la difamación de los ancianos mediante preguntas que no supieron responder. Quedaron delatados y fue restaurando el honor de Susana. Daniel 13, 1-100