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Yavé, un Dios presente. I

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20 de ene. de 2023

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Por: Selma Samur de Heenan.

Desde el principio, Dios usó la palabra y los acontecimientos para crear y comunicarse con su pueblo. En el primer libro de la biblia, el Génesis, se nos relata que toda la creación fue producto de la Palabra de Dios. Está escrito de la siguiente manera: “Dios dijo”, y a continuación se narra lo que ÉL iba ordenando que fuera hecho y que en efecto ocurría.

Al relatarnos la relación de Dios con Adán y Eva, también se evidencia que ellos tenían un diálogo directo y lo escuchaban de la misma forma en que lo hicieron muchísimos personajes bíblicos, entre otro Noé, Abraham, Isaac, Jacob, José, Moisés, Aarón, Josué, Jonás y Salomón.

Dios habló también por medio de otras personas, como lo hizo con Saúl por intermedio de Samuel y con David usando a Natán. También guio, ayudó, advirtió y reprendió a su pueblo a través de todos sus enviados. Y, a tal punto lo practicó, que Amós nos afirma, “En realidad, el Señor Yavé no hace nada sin comunicárselo antes a sus servidores, los profetas”, y en el libro de los hebreos, San Pablo nos asegura: "Muchas veces y de muchas maneras habló Dios en el pasado a nuestros Padres por medio de los profetas.”

Además de usar la palabra, el Señor hacía acopio de manifestaciones milagrosas con las cuales trasmitía su presencia e imprimía el sello divino al acontecimiento, por ejemplo: hablándole a Moisés entre la zarza ardiente, al hacer sentir su voz en una densa nube para que todo el pueblo escuchara o cuando, en un suave murmullo, le habló a Elías indicándole a quiénes debía ungir.

Dios siempre ha buscado la manera de que sus hijos lo escuchen, reconozcan y obedezcan, por eso ha reforzado su palabra con hechos prodigiosos que la confirman. Son demasiados los episodios plasmados en el Antiguo Testamento, que constatan esta afirmación, pero a manera de recordatorio y brevemente, en esta columna y en las próximas, usaré varios de los más conocidos o divulgados:

La vara de Aarón
El Señor dio unas órdenes precisas a Moisés y Aarón para que fueran a ver al faraón, y cumpliendo su pedido, Aarón arrojó su vara al suelo, la que se convirtió en una serpiente que terminó por tragarse a otras, puestas por los magos del Imperio.

Las plagas de Egipto:
Ante las negativas del faraón de dar la libertad a los israelitas, Moisés le hizo una advertencia que indefectiblemente se cumpliría. Por eso a las aguas, que se convirtieron en sangre, llegaron las plagas de las ranas, de los mosquitos, de los tábanos, de animales salvajes, las úlceras, el granizo y los rayos, la invasión de las langostas, las tinieblas y la muerte de los primogénitos.

El mar rojo:
Al salir de Egipto se encontraron un obstáculo insuperable, el mar Rojo les impedía el paso. Entraron en pánico y desconfianza, pero Moisés extendió su brazo sobre el mar y llegó un viento tan fuerte que las aguas se dividieron haciendo una muralla en ambos lados y los israelitas lo cruzaron sobre tierra seca.