Por: Laureano Ordosgoitia.

40 días sagrados para consagrarnos a Dios, con ayuno, limosna y oración y una cruz de ceniza en la frente: Mateo 6, 2.5.7 Ezequiel 9,4. Los 40 días se inician el miércoles de ceniza y concluyen el miércoles santo. La sacralidad de estos 40 días cuaresmales nos viene dados por designio divino, que determinó 40 años para que su pueblo retornara a la tierra prometida. 40 días con sus 40 noches, Moisés para subir al monte y traer los mandamientos para el pueblo. 40 días con sus 40 noches del diluvio universal. 40 horas estaría el profeta Jonás en el vientre de la ballena, para ser arrojado en salvación, presagiando las 40 horas que estaría Jesús sepultado en el vientre de la tierra, para luego resucitar. 40 días que esperaría María para presentar el niño al templo y la purificación de la madre, según lo manda la ley. 40 días de Jesús apareciéndose a la gente para reafirmar su condición a cuantos creen en él. 40 días atravesando las tentaciones en el desierto, por causa del enemigo.

En las Sagradas Escrituras, este 40 se registra más de 100 veces para reconocer la intencionalidad del Señor sobre este particular. El libro de Ezequiel, escrito 600 años AC: “Yahvé llamó al hombre vestido de lino y le dijo. Recorre la ciudad de Jerusalén y marca con una cruz en la frente a todos los hombres que gimen y no toquéis a todos los que llevan la cruz en la frente” Ezequiel 9. Entre nosotros, la asignación es una cruz de ceniza en la frente. La cruz que nos indica la relación con Dios y con nuestros hermanos: sentido vertical y horizontal. La ceniza es señal del fuego devorador que purifica toda impureza y en la frente para tener siempre presente la condición de seres frágiles, que retornamos al seno de la tierra, de donde fuimos sacados. El ayuno, referido al sacrificio personal, nuestra limosna, al acercamiento al prójimo y la oración, el contacto con Dios, lo cual nos prodiga un mejor vivir.

Feliz Cuaresma.