25 de abril de 2024
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Un país desconcertado y una economía en incertidumbre

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23 de mar. de 2023

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Por : Victor G Ricardo:

Los hechos políticos, económicos, de seguridad (tanto ciudadana como jurídica) y de orden público, tienen al país en incertidumbre severa y gran desconcierto.

Es evidente que Colombia necesita cambios para poder construir la equidad y justicia social que tanto anhelamos y necesitamos, pero para ello, además de las reformas necesarias que debemos impulsar, es indispensable no dejar que la economía se afecte negativamente ni que la incertidumbre nos invada, porque el resultado de esa combinación, mezclada con la inseguridad ciudadana y los muertos que todos los días se registran como producto de los inconvenientes de orden público, nos pueden llevar a una verdadera catástrofe.

Colombia tiene todas las condiciones para que si nos unimos todos logremos construir un país más justo y que la inclusión social sea una realidad, siempre y cuando no se nos descomponga la seguridad y el orden público, enviemos mensajes claros que no vayan contra la economía legal y fortalezcamos la institucionalidad protegiéndola frente a cualquier acto corrupto o antiético.

En el frente de seguridad y orden público se impone tomar medidas urgentes para que la bien intencionada política de paz total haga realidad su objetivo y no termine generando más violencia o protegiendo intereses como el de aquellas personas que dicen representar comunidades apartadas, cuando en verdad son impulsadas por intereses de grupos del narcotráfico, que son los verdaderos enemigos de la Paz y a quienes no les conviene que construyamos la reconciliación.

En lo que tiene que ver con las señales al mercado es importante actuar con cautela frente a las reformas sociales, pues no podemos con mensajes equivocados deteriorar nuestra economía y el interés de los inversionistas tanto nacionales como extranjeros, que resultan necesarios para que logremos un mayor desarrollo y por lo tanto mayores empleos. En efecto, las reformas sociales que requiere nuestro país no pueden convertirse en un desestimulo a la creación y desarrollo de empresas, pues son éstas las que le permiten al Estado obtener mayores recursos fiscales, que a su vez son los que permitan desarrollar políticas sociales en beneficio de “la otra Colombia”, como la describía el expresidente Belisario Betancur, al hacer el llamado a poner el foco e invertir en aquellos lugares de la provincia colombiana que a través de los años no se han tenido en cuenta cómo deberíamos haberlo hecho y frente a las cuales se ha construido un gran abismo con la Colombia más desarrollada.

Y frente a la necesaria protección de nuestras instituciones ante actos corruptos o antiéticos, no podemos dejar de seguir luchando contra la terrible corrupción que ha invadido los distintos sectores de la sociedad con su inmenso poder de destrucción, afectando nuestra sociedad y llevando a que los valores, la ética y la moral estén casi que desaparecidos, causando así el mayor mal a nuestra querida patria y haciendo que los recursos que deberían estar siendo invertidos en las regiones más pobres de nuestro país, estén aumentando los bolsillos y la riqueza de los deshonestos y corruptos.

La sociedad colombiana como un todo y su clase dirigente no pueden guardar silencio y esconderse ante la situación que estamos viviendo. Necesitamos que todos unidos saquemos adelante nuestra querida Colombia pues de lo contrario no estaríamos siendo responsables con la hora presente.

El país votó por un cambio que debemos propiciar y apoyar de la mejor manera. Este cambio debe beneficiar a las clases menos favorecidas, pero sin descuidar la seguridad, la protección de la empresa y la defensa a ultranza de los valores y las instituciones democráticas.

¿De quién es el candidato? Parece ser la cuestión que más provoca actitudes, reacciones, expectativas y especialmente impacto sobre nuestro universo político. ¿Ya no importa quién es el candidato? Pues malogradamente, es la sensación que se percibe. En una especie de involución, a la sociedad le está dejando de importar quién es el aspirante, como en otrora, cuando se elegían únicamente liberales o conservadores sin importar la persona.

En estas fechas preelectorales donde las precandidaturas pululan, nos encontramos con; algunas bien estructuradas y con mucho rigor; otras que, en cambio, destilan oportunismo, algunas a las que se les ve a leguas que son globos sonda (realmente todas las que no llegan a candidaturas terminan siéndolo) y no podían faltar las que buscan la cotización (en términos monetarios) del individuo para un futuro y no lejano apoyo. Lo cierto, al margen de todo esto, es que las expectativas de la opinión pública parecen estarse centrando cada vez más en saber quién o quiénes, están detrás del precandidato y no en su calidad de persona.

La experiencia a partir de las elecciones populares de alcaldes y gobernadores nos fue demostrando que votar un candidato determinado, simplemente por pertenecer a un partido, no tenía sentido. Descubrimos que votar a la persona, era lo que lograría un verdadero compromiso del futuro gobernante con el pueblo.

Sin embargo, las casas políticas familiares tradicionales, parecen haber encontrado la forma de ganar protagonismo y han logrado animar, orientar y dirigir la acción política de nuestra sociedad hacia donde han querido. Despojados del poder que les habían conferido los partidos, han ido construyendo sus estructuras electorales de tal manera, que han ido adueñándose o turnándose con otras casas políticas, de la administración de determinadas alcaldías, al punto, que algunas ya están catalogadas en nuestro imaginario político, como territorio exclusivo de ellos.

Pongo como ejemplo el caso de Montería, donde hay un abanico extenso de precandidatos interesantes con hojas de vidas excelentes, carisma y buenas ideas que, les debería poner en la retina de la ciudadanía. No obstante, hoy, todo parece reducirse a quien será el candidato de Marcos Daniel, quién el de los Ordosgoitia, a quién apoyará Barguil y en esta ocasión, por primera vez; quién será el candidato de la izquierda. Lo mismo ocurre en Lorica, Cereté y casi todo el departamento.

¿De quién es el candidato? ¿Será la pregunta clave para la victoria en las elecciones municipales?