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Un montón de lecturas

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27 de feb. de 2023

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Por José Arturo Ealo Gaviria

Yo expulsé algunos de los libros de mi mesa una noche cuando en el umbral del sueño me asaltó el miedo ante la conciencia del desorden de palabras que me rodeaba en oleadas de tsunami. La revelación me espantó. Cuántas voces virtuales recostadas en la pared en diversos niveles del ser, cuántas palabras con su propia finalidad según su lugar en la frase y sus acentos, cuántas homofonías engañosas, cuántas cacofonías agrietadas, cuántos alaridos heréticos, cuántas blasfemias, cuántos sermones inútiles, cuántos consejos de seda, cuántas censuras inútiles, cuántas odas que cesaron en la indignidad del halago, cuántos reclamos a veces injustos y a veces comprensibles.

Una retreta de signos, contando los que marcan las pausas y los énfasis conforma una vigorosa fragmentación, una dispersión de memes inabarcable que hoy amenaza sepultar la escasa lucidez que nos queda bajo el peso de la información que nos agobia. La procesión de fantasmas de los autores, ya solo sombras, ecos de los nombres que los llamaron, me desanimó alguna horrible noche superpoblada. Boyé en un caldo de espectros susurrantes en el espacio-tiempo murmurando todos a la vez. Y temblé. Al amanecer saqué todo eso de mi habitación. Porque por buen y fiel lector que uno sea también necesita dormir. En un silencio relativo. Y, quien sabe de libros al fin sabe que todos están diciendo lo mismo desde los albores de la escritura.

El venerable "Mahabaratha" y los enigmáticos "Vedas" y la Biblia y las tragedias griegas reproducen el mismo discurso con variados ropajes, las mismas historias de las ansiedades del amor, las mismas atrocidades de la ambición del poder. Los mismos incestos, las mismas traiciones. Todas las novelas y todas las antologías de poemas y los libros de ensayos realizan el mismo intento de fijar el mundo y de aclarar su esencia en vano. Pero uno sigue leyendo. No porque la lectura sea placentera porque hay libros que dan sueño, sino porque el lector poseído por el vicio no puede hacer otra cosa que seguir leyendo y leyendo, o mejor dicho, reiterando.

El escritor y humorista irlandés Laurence Sterne lo dijo en Tristram Shandy mejor de lo que yo soy capaz: "¿Es que vamos a pasarnos toda la vida, preguntó, vertiendo el mismo contenido de un recipiente a otro… condenados a trenzar y destrenzar la misma cuerda… reliquias de nuestro conocimiento como los monjes hacen con las reliquias de sus santos!