Por: Roberto Samur Esguerra

Así como nosotros, nuestro departamento también se está poniendo viejo, con la diferencia de que las instituciones están llamadas a perdurar si los procesos democráticos que las fundaron persisten como sistema. 

En 56 años de vida jurídica, Sucre no ha sido la excepción a las desventajas de haber aprendido a caminar transitando por dos sistemas políticos diferentes, como lo fueron el nombramiento de sus mandatarios por decreto, cuando en 24 años hubo 31 gobernadores con un absurdo promedio en el cargo de 9.3 meses, y en el mismo tiempo, 39 alcaldes de Sincelejo, con un promedio de  6.5 meses. Y luego el de la elección popular, con sus tremendas contradicciones democráticas al reservar la posibilidad de acceso solo a los más ricos o a quienes pueden financiarse una costosa campaña. 

El balance  que suele hacerse en cada aniversario, es casi el mismo si se tiene en cuenta que se refiere a la expectativa por reparaciones locales, no a una visión universal de progreso que pudiera estar ligada, por ejemplo, a la agro industria que es en lo que Sucre ofrecería su mayor fortaleza económica, para lo que cuenta solo con una fábrica de almidón con base en la  yuca. O al  turismo, sin infraestructura, apenas con un asomo de ella relativa a la tardía y apenas anunciada ampliación del aeropuerto de Tolú, complemento (¿sustituto?), al de Corozal, que solo va quedando para volar escobas. O a la cultura, todavía basada en la ahora irrelevante corraleja. O a la explotación de hidrocarburos, con acta de defunción ya elaborada. O a una ganadería acosada por varios flancos. 

Bienvenidos los balances, pero ahora lo que se impone es proyectar el futuro mediante la adecuada formación de la nueva dirigencia dentro de parámetros de idoneidad, profesionalismo y por sobre todo, de comprobada honestidad y  altruismo. 

No sobra preguntar, entre otras cosas, si los cambios institucionales sobre la política han sido o no favorables en el contexto de un sistema democrático real y efectivo, sobre todo en nuestro departamento; si el ejercicio de las  funciones públicas constituye un trofeo, un honor, un sacrificio, un deber, una instancia para impulsar el desarrollo o un punto de partida o de llegada en el camino de la política. Y si la calidad de ex funcionario o ex servidor público se conserva como anciano de la tribu o simplemente como ‘mueble viejo’. 

NOTA: Sucre ha celebrado su cumpleaños año tras año. En ninguno ha recibido de parte de la Nación, como a la usanza, la cuelga que la ocasión amerita. Los próximos cincuenta estarán llenos de incertidumbre, si la evolución social, ya incontenible, augura cambios profundos en todas las estructuras de la Nación y del Estado. A los jóvenes de hoy les tocará transitarlos. En sus manos está que no tengan que esperar otro medio siglo para ver la transformación que termine de justificar su decurso institucional hacia la historia.