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Por: Olga Leonor Hernández Bustamante.
Ya se volvió meme esto de la expectativa vs realidad. Una cosa es la que me imagino en mi cabeza y otra la que realmente sucede. De una forma imagino que me va a quedar un peinado y otra cosa es la imagen que el espejo me devuelve. Con dotes de experta me imagino que me veo bailando champeta, y el espejo me devuelve la imagen de una persona cuasi epiléptica, que aplaude mientras baila. De una manera creo que me veo mientras entreno y otra es la imagen que el espejo me regresa, con fallas en la ejecución del movimiento y la cara enrojecida por el esfuerzo.
Como me dijo hace unos pocos días alguien que he aprendido a admirar y respetar: “¡Para eso es que existen los espejos! Para darse cuenta realmente de cómo están las cosas”. Y cuándo me lo dijo se me vinieron en cascada esos momentos en que la psicoterapia confronta lo ideal con lo real y pone en evidencia sus disonancias.
“Yo pensé que ya eso lo tenía resuelto”. Me dijo alguna vez alguien. “Creía que al haber dejado de hablar con esa persona tenia ya superada esa relación tóxica. Pero no, mira que me acabo de dar cuenta que voy saboteando nuevos vínculos por el miedo de volver a pasar por aquello nuevamente. Entonces, así son las cosas, parece que ahora es que voy a empezar el duelo y buscar los aprendizajes de lo que viví”. La terapia entonces fue el espejo donde comprendió las características de su afrontamiento y la necesidad de aceptar lo vivido para poder avanzar en su experiencia.
“Tienes razón, yo no lo había visto de esa manera”. Me dijo alguien en consulta. “He vivido sintiendo que lo que sea que haga no va a ser suficiente para mi familia, que nunca voy a cumplir con sus expectativas. Sin embargo, ahora entiendo que, desde la rabia, la tristeza y la frustración, los estoy tratando bajo la misma premisa: nada de lo que ellos hagan, ninguna de sus formas de expresarme afecto es suficiente para mí. Quiero que me quieran de otra manera y no me basta con lo que de ellos recibo”. La terapia fue su espejo para entender que así no había forma de avanzar; que era necesario reconfigurar la manera como veía a su familia y avanzar en aquello que deseaba ser. Observando su relación familiar, clarificó la intención con la que interpretaba cada situación para empezar la tarea de diseñar una nueva manera de relacionarse.
Y así. Todos necesitamos espejos donde poder confrontar lo que creemos que es con lo que realmente sucede. Espejos que revelen nuestros miedos y defensas. La terapia no es otra cosa que una persona levantando la mirada para verse a si misma y en su reflejo, des-cubrirse.