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Sincelejo antes y después de la conflagración

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15 de mar. de 2023

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Por Aníbal Paternina Padilla

Durante el siglo XIX y los albores del XX, el comportamiento del clima era casi matemático, de tal suerte que el aguacero y el huracán de San Bartolo marcaban fecha para iniciar las siembras.

Las fiestas de corraleja eran un espectáculo folclórico y con sabor rural. En el aspecto de la salud no se soñaba con la EPS,IPS, ni las ARS que administraban el sistema subsidiado o sisbén.

No estaban en el escenario los Aquabol, Insfopal, Emposucre, ni Empas que vinieron a ser estructuradas administrativamente al servicio de los poderosos para expoliar la economía de nuestro pueblo con el cuento del servicio de agua para Sincelejo, que generó el histórico paro cívico los días 15 y 16 de septiembre de 1957 reclamando un acueducto para la sedienta población sincelejana.

El 20 de marzo de 1912 sucedió el hecho más inesperado de la historia de Sincelejo. Como de costumbre, los campesinos y obreros marchaban a sus trabajos a cumplir la jornada. Dos jóvenes hojalateros subieron a un techo de zinc de una de las casas de este tipo que existía en aquel año con el fin de tapar unos huecos. Los obreros llevaban consigo el cautín, la soldadura y la leña para armar el fogón donde debían calentar el artefacto y para derretir la soldadura.

Era la vieja casa del hacendado Arturo García.

En varias oportunidades soplaron el fogón y unas chispas se escaparon prematuramente cayendo en otro viejo caserón de palma que, preso de las llamas, las propagó al resto de viviendas de la Calle Real, Comercio, Nariño, Zumbado y Chacurí, principales vías de aquella época.

La falta de agua y el fuerte verano fueron los enemigos para que las llamas arrasaran a cuanta casa encontraran a su paso. El pueblo quedó reducido a escombro en pocas horas, toneladas de ñame y maíz quedaron en cenizas, al igual que centenares de animales domésticos, incluyendo las vacas paridas, que era usanza llevarlas a los patios para tener la leche más cerca. Las pérdidas materiales fueron cuantiosas. Una población como Sincelejo por aquellos años, especialmente agrícola, soportó con estoicismo la tragedia. Al día siguiente, 21 de marzo del mismo año de 1912. Sincelejo presentaba un lamentable cuadro de tristeza por la conflagración que destruyó el poblado en un 80%.

El noble párroco, padre Pascual Custode animaba a los habitantes de esta tierra para que tuvieran fe y esperanza en Dios. "Tenemos que seguir adelante guiados por el Señor: sigamos trabajando para reparar tanto bien perdido por un designio providencial" expresaba el padre Pascual.