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Separación de poderes

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16 de may. de 2023

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Por Rafael Hernández M.

Se armó un tierrero hace varios días por las irresponsables, inconvenientes y equivocadas afirmaciones del Presidente de la República en el sentido de que el Fiscal General de la Nación es su subordinado, como si fuera un Ministro de su libre nombramiento y remoción.

La Constitución de 1991 nos trajo un presidencialismo muy excesivo al contemplar de que el Presidente es el Jefe de Estado, Jefe de Gobierno y Suprema Autoridad Administrativa, además de ser el Jefe Supremo de las Fuerzas Armadas, de ahí que el día de su posesión, el Presidente, en una forma arrogante y autoritaria, mandó a traer a Palacio la espada de Bolívar.

Sin embargo, el hecho de que la Carta establezca esa situación, no implica que las otras dos ramas del poder público, la legislativa y la judicial, le estén supeditadas. Hasta ahora, a ninguno, y menos a un Presidente, se le había ocurrido tamaño despropósito.

Desde que se creó la Fiscalía General de la Nación, esta hace parte del poder judicial y, por consiguiente, siempre ha sido independiente en la estructura constitucional. Empero, si de alguna manera el Presidente, gracias a este poder que le otorga la Constitución, sí tiene que ver con el nombramiento del Fiscal General, ya que envía una terna para que la Corte Suprema de Justicia elija, además, participa con un candidato en la elección del Procurador; hace la terna para la elección del Defensor del Pueblo, aparte de eso, postula a tres de los nueve magistrados de la Corte Constitucional y tres de los siete magistrados de la Comisión Nacional de Disciplina Judicial, la cual se encarga de investigar a funcionarios y miembros de la rama judicial y sigue la conexión en la designación en las funciones electorales de las Cortes y el Registrador Nacional. Esto nos sirve para darnos cuenta el aplastante presidencialismo que tenemos en nuestro sistema político.

Claro que el Presidente y sus asesores no son ningunos tontos, saben perfectamente hasta dónde llegan las funciones del ejecutivo. Lo que pasa es que el Presidente siempre se ha caracterizado por ser una persona camorrera, le gusta desinformar al país y que este se distraiga de los verdaderos problemas, que son muchos, y los políticos y la prensa caen en ese juego cuando lo mejor es ignorarlo.