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Saber educar

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21 de feb. de 2023

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Por: Narcés Montes Buelvas.

Admirable la eterna cantaleta de nuestros mayores en corregir los errores que tengamos. Tanto que los conocimientos elementales antes se aprendían en casa, no existían cursos especializados de párvulos, maternal, kínderes, etc., aparte de estudiar en colegios públicos (había pocos privados), se escribía en pizarrones de carbón, los cuadernos llegaron mucho después. Como la mayoría de los padres no fueron profesionales, fueron pocos a la Universidad, algunos le temían, quienes la lograron fue por interés personal y mucho arrojo o comodidad, con demasiado esfuerzo y temor hasta doctorarse, de no lograrlo terminaba en inepto o descarrilados como alcohólico, perezoso o mujeriego.

El niño debe protegerse, pero nunca en demasía ni con violencia, hacerlo en forma moderada, progresiva e instructiva hasta adaptarlo, para que pueda defenderse solo sin la protección extrema de papi y mami, muy dependientes e inútiles. Hay que permitirle ciertas libertades y conocimientos para que se adapte con facilidad a su desarrollo normal, pues por naturaleza el ser humano “nace malo” (según Roseau), los bebe son tremendos, muy sádicos y egoístas.  Después mejoran al crear criterio, formando personas correctas. Para lograr semejante milagro, así como enseñamos el bien, debe mostrársele el mal para que ellos puedan distinguirlo y rechazarlo, hasta lograr que lo importante de caerse es saberse levantar con rectitud.

Por eso censuro los moralistas que no permiten que el niño conozca hechos y palabras groseras, de la misma forma proceden en relación del niño con su medioambiente, no lo dejan levantar sin chanclas ni ropaje especial porque se refría, nunca bañarse en los aguaceros, ni darle tal o cual alimento pesado porque se enferma. Cuando, por lo contrario, todos esos contactos naturistas lo van vacunando aumentando sus defensas, tanto que en la antigüedad las culturas avanzadas desde niño hacían consumir pequeñas dosis de venenos para hacerlos resistentes e inmunes. La persona aislada al ponerse en contacto con los demás termina enferma, mientras el campesino come tierra.

Los aconteceres tanto buenos como malos son lecciones que van modulando al niño hasta lograr hacerlo un personaje distinguido. Muchas veces la perversidad y malevolencia de los depravados de cero en conducta son la mejor escuela que nos enseñan a distinguir el mal al probar nuestra grandeza que relucirá en el barrizal como perla preciosa, así se tallan las grandes obras con el cortante buril de la fatalidad, mientras la radiante belleza del oro se purifica en ardientes crisoles de fuego.