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Prodigios divinos

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14 de jul. de 2023

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Por Selma Samur de Heenan

Nuestro Padre celestial hace posible todo aquello que el hombre sin su ayuda no podría lograr y permite a sus hijos que, a través de la gracia santificante originada en la ausencia de pecado, puedan acercarse gradualmente a su insondable poder.

Es entonces, cuando encontramos que los dones sobrenaturales se hacen presentes en personas sencillas, que los asumen con la humildad de reconocer que nada les es propio porque se trata de regalos del Cielo.

Algunos de los frutos de santidad más frecuentes, son:
La iluminación de conciencia, que es la posibilidad de ver nuestros pecados tal y como son apreciados por Dios o cuando un sacerdote, al momento de la confesión, los conoce previamente con detalles que ni siquiera recordamos.

La levitación, que consiste en la capacidad que tiene una persona para levantarse del suelo y mantenerse suspendida en el aire sin ningún tipo de apoyo. San José de Cupertino y San Martín de Porres levitaban con frecuencia, y podían permanecer así durante horas.

Tener el don de ciencia y de profecía, permite saber hechos pasados, presentes o futuros bien sea con relación a otras personas o a sucesos en general, tal y como ha sucedido con los místicos que han tenido revelaciones privadas de diferentes aspectos espirituales o de la historia de salvación.

Ser alma víctima, es asumir dolores, enfermedades o cualquier sacrificio o padecimiento, en favor de alguien o de la Iglesia. Al respecto, es común que una persona pida tener en sí misma un padecimiento ajeno a fin de evitárselo al otro.

La identificación y conocimiento de lo sagrado, es saber si algo ha sido santificado, por ejemplo, detectar si una hostia está consagrada o no; si un objeto religioso ya ha sido bendecido o si es una reliquia por haber pertenecido a un santo.

La inedia es permanecer largos períodos de tiempo alimentándose únicamente de la Eucaristía. Son testimonio de esto: la venerable Marta Robin y Luisa Piccarreta, que respectivamente, estuvieron 50 y 64 años sin consumir ningún alimento.

Mediante la bilocación, una persona puede estar al mismo tiempo en dos lugares diferentes, independientemente de la distancia. Son muy conocidos los casos de San Antonio de Padua y San Alfonso María de Ligorio.

Los estigmas son las marcas, visibles o invisibles, de la pasión y/o crucifixión de nuestro Señor Jesucristo. Entre otros, San Francisco de Asís, Santa Catalina de Siena, el Padre Pío de Pietrelcina, Santa Rita de Casia y muchos laicos, han recibido esta gracia de compartir los dolores del crucificado.