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Posverdad y metaverso

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12 de feb. de 2023

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Por Álvaro Bustos González*

Textualmente, la posverdad es una información o afirmación en la que los datos objetivos tienen menos importancia para el público que las emociones que suscita, y el metaverso es un mundo virtual al que nos conectaremos utilizando una serie de dispositivos que nos harán pensar que realmente estamos dentro de él, interactuando con todos sus elementos, como si fuésemos un avatar.

La una es un producto de la posmodernidad, una era en la que prima el sentir sobre el pensar, las impresiones sobre la racionalidad; el otro es resultado de avances tecnológicos que nos llevarán a considerar que todos los aspectos de la condición humana y sus oficios pueden coexistir en ambientes virtuales interactivos, desencadenando nuestro placer o nuestro asombro.

Puede ser lo que está de moda y lo que sobrevendrá, pero no me seducen. En el primer caso hay una deliberada negación de la observación empírica y de la ciencia, que no hace sino profundizar la ignorancia e hipertrofiar los enfoques individuales sobre el conjunto de conocimientos verificables; en el segundo se les abren las puertas a diversas formas de la frivolidad, acabando por afrontar de forma superficial el menudo problema de cómo llegar a ser cultos y felices.

Al acecho, en función de influirlo todo, está la inteligencia artificial, que deslumbra y manipula, pero que no tiene sentimientos y que poco a poco irá acabando con la inteligencia natural, llamada a comprender mejor que una máquina a Homero, Platón, Aristóteles y Shakespeare.

Y presidiendo el carruaje, como un cielo gris, continuará el puritanismo anglosajón, que ha contaminado de sus prejuicios y moralinas todo el andamiaje filosófico de la civilización occidental, descuajándola de sus milenarias raíces, sus valores y principios, literalmente ya en desuso. Ahora no se habla de humanidades y humanismo sino de humanitarismo; ya no basta con ser un hombre o una mujer, un homo sapiens, para merecer el respeto debido a la dignidad de la persona: ahora hay que encarnar una identidad de género o de origen, racial o subcultural, para merecer un lugar en este mundo.

Se es tal y como cada uno se siente por dentro, no como realmente se haya nacido o lo haya determinado la biología; nuestros pasos ya no están condicionados por la herencia ni por nuestra educación. Ellos estarán subordinados a la posverdad y al enigmático metaverso por venir