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¿Por qué lo hago?

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21 de ene. de 2023

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Por Olga Leonor Hernández B.

Todavía en algunos momentos, cuando cierro los ojos, siento como si estuviera otra vez acurrucada en mi cama, llorando y escuchando a lo lejos los gritos de mi papá y el llanto de mi mamá.

Yo estaba en la cama por una orden de él, seguida de un gesto liviano de mi mamá que me imploraba hacerle caso; no tenía fuerzas para salvarse ella, mucho menos para tener que cuidar en ese momento también de mí. En mi cama, y muy a pesar mío, poco a poco me iba quedando dormida. Soñaba con ser grande y poderosa como para que mi papá fuera apenas un enanito del tamaño de mi dedo pulgar al cual yo agarraba de los pies y tiraba por los aires muy lejos de casa.

Al otro día era siempre la misma historia: Yo salía de puntillas, con un temblor que revolvía mi estómago e imaginaba la escena más macabra de todas. Pero no, lo que me encontraba era mucho peor: Mi mamá al lado de la estufa cocinando los huevos con tomate y cebolla que mi papá pedía siempre, el café caliente en la mesa y las arepas perfectamente tostadas, cerca a la parrilla para que no se fueran a enfriar.

Mi papá me sonreía y me invitaba a sentarme en la mesa, empezaba a llorar y a pedirme perdón, jurándome que no lo iba a volver a hacer, que nosotras éramos la razón de su vida y que a él su papá cuando pequeño lo castigaba sentándolo afuera en la arena caliente y dejándolo al sol hasta que caía agotado por el hambre y la sed, era la forma de volverlo un macho y no un pendejo.


Mi mamá me servía el desayuno con una medio sonrisa en la que yo leía algo de vergüenza y entonces yo la odiaba a ella. La odiaba por ser tan idiota y sumisa, por no tomar sus cosas y salir de esa casa, por repetir que ella, toda una mujer profesional y trabajadora, no podría sola.

Esa herida se activa cuando veo una mujer sumisa y silenciosa. Pero, incluso para mi sorpresa, cuando me encuentro a alguien así, no me surge el deseo de protegerla, sino el de aniquilarla. Odio ver que se encogen escondiendo la cabeza entre los hombros, detesto verlas, evadiendo los problemas e intentando complacer a los demás. Es por eso que me comporté de esa forma con esa mujer doctor. Si yo no le enseño a las patadas a ser fuerte ¿Quién más se lo va a enseñar?