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Nueva historia

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9 de feb. de 2023

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Por Fernando Negrete Montes

Hace 234 años de la revolución francesa que dio paso al sistema democrático en occidente que estuvo acompañado por un movimiento en las ciencias y el conocimiento del hombre que permitió cambios en la historia que siguió dos vías: la que propició el modo de producción capitalista que se irradió por todo el mundo de forma desigual y la que impulsó el comunismo como sistema de producción para acabar la inequidad y la injusticia social, como objetivos.

Sobre el capitalismo se puede decir que fue resultado de la evolución de la sociedad pasando por diferentes modos de producción y teniendo en el mercado la herramienta propicia para realizar la producción y satisfacer las necesidades de las personas y cuya parametrización es obra de las ciencias administrativas, económicas y contables que diseñaron los instrumentos para modelar el sistema y el derecho que reguló estas relaciones.

Por el lado del comunismo y con Carlos Marx y Federico Engels a la cabeza, diseñaron lo que sería el modelo de sociedad sin clases y donde a cada quién se le daría de acuerdo con sus necesidades y bajo el liderazgo del proletariado, trabajadores asalariados, que construirían una sociedad donde todo el mundo sería asalariado, asunto que vino a "resolverse" con la revolución rusa de 1917, que llevó al poder al partido comunista en nombre de los trabajadores.

60 años después, la sociedad rusa que en su expansión llegó a estar constituida por 16 repúblicas, se levantó por la falta de libertad, corrupción y pobre economía, propiciando un tránsito hacia la economía de mercado y la independencia de la mayoría de sus estados, floreciendo dentro del panorama mundial como naciones de gran valía.

Se pasó a una etapa de cooperación entre las naciones para avanzar por el mismo camino, se instaló la estación orbital internacional, se acentuó la lucha contra el cambio climático y en los últimos 30 años se ha dado el mayor avance tecnológico y bloques económicos con la apertura de las fronteras entre los países.

Si estas transformaciones iban rumbo a la desaparición de la lucha de clases y la cooperación internacional, el desarrollo de las artes y la ciencia como la nueva historia producto del respeto a la naturaleza y la libertad individual, la igualdad de derechos, la justicia social y el bienestar económico, no tiene sentido regresar a etapas superadas repitiendo la historia no como comedia, sino como tragedia.