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¡No señores, pedir perdón no es suficiente!

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23 de feb. de 2023

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Por Manuel de J. Rodríguez

Luis José Rueda, arzobispo de Bogotá y presidente de la Conferencia Episcopal, pidió perdón en nombre de la iglesia católica en Colombia. Reconoció que el abuso sexual es un pecado grave y un crimen, y señaló que en el país hay una larga lista de víctimas, un copioso número de niños y niñas aún no determinado, que fueron abusados sexualmente por sacerdotes pederastas. Y lo dijo después de que Luis Manuel Alí, secretario general del episcopado, anunciara que la iglesia estaba lista para dar un paso trascendental.

Mientras eso sucedía los medios de comunicación de Europa informaron que desde 1950 en Portugal miembros de la iglesia católica abusaron sexualmente de al menos 4.815 menores de edad. Los investigadores pudieron establecer que cerca del 53% de las víctimas eran niños que comenzaron a sufrir los abusos entre los 10 y los 14 años y que los abusos se presentaron en seminarios, dependencias de las iglesias, incluidos el altar y la sacristía, confesionarios, casas parroquiales, centros de acogida, escuelas e instituciones deportivas. Concluyeron, también, que no es posible cuantificar el total de los crímenes cometidos por los sacerdotes. Trabajos similares revelaron que en Francia entre 1950 y 2020 hubo al menos 216.000 casos de pederastia que involucran a miembros de la iglesia católica.

Nada muy distinto a lo que ocurre en Colombia; solo que acá esa verdad hasta ahora comienza a conocerse en su verdadera dimensión. El viernes pasado, por ejemplo, se conoció la condena que se impuso a un sacerdote que abusó sexualmente de su acólito, un menor de trece años, en Floridablanca. La Fiscalía pudo comprobar que el sacerdote hizo tocamientos de carácter libidinoso a la víctima en repetidas ocasiones. Fue descubierto por la madre del menor y después de un tortuoso proceso que duró cerca de ocho años se logró la condena. La sentencia fue apelada por el defensor del pederasta.

Pero el pedido de perdón no es suficiente. Si quieren, que los perdone Dios por sus pecados; allá ellos y su conciencia, si es que la tienen. Pero son unos criminales y por eso la justicia debe ser implacable con ellos. El Estado, la sociedad en pleno, debe sancionarlos con el mayor rigor; a los abusadores y a quienes los encubren. La ecuación es simple: Verdad, justicia, reparación y garantía de no repetición. A ellos también les aplica.