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Por Arianna Córdoba Díaz*
Rondaba el mito, hace pocos años, de que en Colombia se hablaba el mejor castellano en el continente. Se decía que en los canales de televisión y emisoras radiales de Norteamérica – que transmiten en idioma español- se "peleaban" por contratar locutores o periodistas procedentes de nuestro país por la impecabilidad con la que pronunciaban cada palabra de este idioma: desprovistos de acentos muy marcados, de términos coloquiales y en fin, se decía que era todo un ejemplo de "cómo se debe hablar".
Sin embargo, en la actualidad habría que revisar muy pero muy bien esa aseveración, no solo porque no es un secreto que en Colombia se habla de cualquier manera y con cualquier cantidad de vicios del lenguaje, sino porque últimamente están proliferando nuevas significaciones o palabras para denominar situaciones, acciones o cosas.
Es decir, se quiere crear la tendencia de "no llamar las cosas por su nombre".
Por ejemplo, desde el año pasado hace carrera en ciertos círculos denominar todo lo que tenga que ver con hurtos, robos, raponazos y demás como "democratizar".
Igualmente, hace pocos días un alto funcionario del Gobierno Nacional como que quiere rebautizar el secuestro como "cerco humanitario" y eso que ya había quienes querían bajarle el tono al plagio usando el término "retención". Eufemismos y más eufemismos.
Ahora también indican que "si a los delitos se les deja de llamar delitos, entonces dejan de ser delitos", ¡Eureka! Como si eso fuera a lograr que se acabaran los homicidios, la corrupción, los robos. Mucha gente jocosamente en las calles ahora llama a los delincuentes "gestores de paz" y hay quienes quieren confundirnos señalando que a la extorsión ahora debe decírsele "colaboración".
Así como vamos, a los terroristas se les denominará "inconformes con el sistema", a los atentados "errores de cálculo", a los pedófilos "insatisfechos con su vida infantil" y a quienes negocian por su cuenta con narcos o personajes de dudoso comportamiento se les podría llamar "emprendedores arriesgados".
El castellano es un idioma rico y hermoso con suficientes palabras que significan lo que deben significar y aunque se quiera vivir en la fantasía de que nombrando las cosas de otra manera (especialmente lo que tiene que ver con delitos), esos van a desaparecer… Pues lo sentimos, pero se corre el riesgo de que nos pase lo que a Fernanda del Carpio en "Cien años de soledad" que por no llamar las cosas por su nombre, los médicos invisibles que la trataban terminaron mandándole un tratamiento para una enfermedad que ella no padecía.
*Jefe de Programa de Comunicación Social – Unisinú