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Si el gobierno del anterior proceso de paz se demoró dos períodos presidenciales negociando con un solo grupo armado ¿cómo va este a negociar la paz de manera simultánea con todos los actores y en tan solo 4 años? Se han preguntado varios. Pues las previsiones parece que no son del todo infundadas. Hace poco una académica y un ex ministro de defensa se dedicaron a desentrañar los problemas de una de las principales banderas del actual presidente y esto fue lo que encontraron. Primero, mencionaron la ausencia de una hoja de ruta. Parece no haber una ilustración clara de las reglas del juego. No hay definiciones fundamentales tales como; los protocolos de verificación del cese al fuego, la definición de las áreas de despeje, los puntos de concentración, los mecanismos para proteger a las comunidades ni tampoco lineamientos claros sobre el desmonte de actividades ilegales. El cese al fuego, dicen los expertos, es usualmente un punto de llegada y no de partida.
Después tenemos el problema de la cantidad de actores incluidos.
Uno no puede negociar al mismo tiempo y con las mismas reglas con grupos que tienen motivaciones y estructuras diferentes. Se genera un problema de expectativas. Aunque el decreto del cese al fuego los puso a todos por igual el ELN ya dijo que negocia solo, por ejemplo. En materia de legitimidad, Sergio Jaramillo, uno de los ex negociadores de paz dijo que negociar con las Farc es debilitar el anterior proceso y sus compromisos.
Con esto llegamos al tercer problema, la ausencia de una estrategia de seguridad. Mientras el gobierno no ataca los actores armados se han dedicado a defender sus feudos y combatir entre ellos, a reafirmarse mientras el estado está replegado. La pregunta es ¿tenemos un plan B? Si existe no es claro. Por último, el esquema de justicia que se ofrece. La aproximación del gobierno es en el perdón y no la justicia.
Las víctimas deben estar en el centro.
Internacionalmente cualquier cosa cercana a un perdón o amnistía ya no es posible. Si la obsesión es parar las muertes como sea, un objetivo loable, se puede estar dejando de lado la consecución de justicia. Nadie quiere que haya más muertes, pero se debe hacer de manera eficiente y de manera sostenible. Nada más peligroso para la paz que la ilusión de paz. Todo eso de dijo.
Por Rafael Negrete Quintero