29 de marzo de 2024
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Leg Day

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3 de dic. de 2022

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Por: Olga Leonor Hernández Bustamante.

Con contadas excepciones, para la gran mayoría de personas el anuncio del día de piernas en el gimnasio es recibido con un bufido de resignación. Es una de esas cosas que se hacen porque se debe hacer, por disciplina, por consolidación del hábito. Una vez iniciado se disfruta, se entiende su sentido, pero igualmente se quiere terminar pronto. En el proceso de hacer esa jornada de ejercicios toca detenerse, respirar, procesar el dolor y el malestar, aceptarlo como parte inevitable de la jornada. Se le da la bienvenida a vivir lo que toca vivir en el día de piernas y se chequea ese logro con una amplia sonrisa al finalizar, sabiendo que no es el primero y tampoco será el último.

Igualito, sin quitarle ni una coma, más allá de la moda o el cliché del mundo fitness, funciona la aceptación de muchas experiencias en nuestra vida. Muchas situaciones sentimos que sería preferible no vivirlas, las miramos de reojo y nos acercamos a ellas con resignación y resistencia, conscientes de que llega un momento en que son inaplazables y nos toca asumirlas. Son aquellas cosas que procesamos de un solo tajo, asumiendo el dolor de atravesarlas, pero sabiendo que luego de hacerlo, vendrá para nosotros la satisfacción del logro y la conciencia de la propia responsabilidad asumida.
No quiero confusiones, no me estoy quejando del ejercicio como un trago amargo que toca apurar rápido y sin respirar por mera obligación. Es justo lo contrario: cuando se comprende que esos pequeños dolores y malestares hacen parte del crecimiento y fortalecimiento, tienen entonces todo el sentido. No es masoquismo, es la comprensión de que el avance supone esfuerzo y dedicación. Es toda una metáfora de la vida y la propia existencia, es el movimiento del cuerpo como vehículo y motor de la transformación. Es la posibilidad de romper las barreras mentales que nos dicen de antemano que no seremos capaces. Es darnos cuenta al final de que si era posible, que cuesta trabajo, pero está en mí la potencia fértil para poder alcanzarlo. No es una apología al dolor, pero es aceptar que por momentos es inevitable sentirlo.

No es posible ir a hacer ejercicio evadiendo por siempre el día de piernas, así como tampoco es posible ir por la vida evadiendo el malestar, la angustia y la responsabilidad consciente de aquello que nos corresponde hacer así nos cueste trabajo. De esas jornadas se sale tembloroso, pero tranquilo. Las miradas a la salida del gimnasio se cruzan con una mezcla de dolor y orgullo. Es la misma mirada que he visto en mis pacientes cuando le hacen frente a algo que habían evadido durante mucho tiempo