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Lawuandios Barguil Rubio, un ganadero, empresario y artífice de las corralejas

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29 de ene. de 2023

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Parte 2. Se preparaba don Lawandios para ir al corral, saludó, dando los buenos días y se trepó al viejo tractor acomodándose en la barra de acero que jalaba el gran zorro de madera de pie, sostenido de un brazo y gesticulando el otro acordando con sus empleados, que recibían con atención sus palabras. Esto sucedía a unos escasos 120 metros, donde llegó a ver el ordeño, para que le garantizará el promedio acostumbrado de leche. Paso a seguir después….ordenó mandar a encerrar al gran corral el ganado de lidia que había recién llegado de ser jugado en la plaza de la corraleja. Donde eran curados por él, con sus prodigiosas manos experimentadas de todas las heridas dejadas por las banderillas.
Luego lo soltaba y cogía, a vacunar y bañar el ganado joven y de pelaje negro. Aquí las pieles iban oscureciendo ligeramente con el bañado y la edad - lo contrario que se refiere a la serenidad de las caras, que a medida que pasaban los años, esos infantes llegarán a toros de corraleja y sementales algunos. Mudaran sus aspectos y se transformarán en transmisores de los caracteres adquiridos de sus progenitores.
Horas más tarde, seguía el ganadero su labor a caballo con sus acompañantes, en busca de los toros próximos a jugar, aquí los caballos al llegar persiguiendo a la soberbia torada, dio un súbito ¡pare! el ganadero en su caballo, y se baja sorprendiendo a sus acompañantes - con su alarde de mezcla de conocimiento, confianza y temeridad. Enfrenta a sus toros y les habla con su acostumbrado tono de voz y silbido, a la vez se orgullecía de esa demostración, de nobleza de sus toros y de su general ganadería.
Donde los acompañantes se admiraron que la manada de los toros, se distanciaban de él, a unos escasos 4 metros de distancia. Dejando ver en los animales, que lo extrañaban, ya que los tenía acostumbrados a su voz y silbido, incluso los tranquilizaba. Era todo un genio este hombre, al tratar el toro de Lidia.

Se acostumbró tanto a sus trofeos y premios, que le exigía más amor y cuidado a sus animales.

Sus toros podría decir que se identificaban tan fácil, que eran clásicos del Tomate, debido a su morfología como se lo he venido anotando. Defensa, actitud lo hacían propio de esta ganadería. Eran toros de aspecto apacible que tenían muy activado el instinto gregario común en el toro de Lidia de corraleja. Y que decir de esa alegría que impartían los de primera plaza, que solían esperar los manteros al pie de la puerta de salida y hacerse su tarde con estos. A cada toro que salía de este ganadero, se le comentaba su aspecto. Los garrocheros solían salir del ruedo con estos toros tomateros. Es un ganado de respeto, donde sentía el castigo de la lima de garrocha e iban encima del caballo hasta llegar a lastimarlo también, se armaban de valor a pelear. ¡ Eso nunca lo olvido, las peculiaridades del toro del tomate! Su cortedad de patas, era otra de las cosas esenciales de su anatomía, que se hacía necesario fortalecer - ya que el toro de casta es un animal perezoso en el potrero, le cuesta trabajo iniciar la carrera, pero la eficaz retaguardia de los garrocheros del Tomate, obligaban a la manada a acelerar la marcha, en un trote leve pero tres veces a la semana del potrero al corral y viceversa. Y con más frecuencia unos meses antes de su lidia.
El mayordomo y los vaqueros vigilan en la distancia, se brega sobre el caballo cruzados fuerte y veloces, mientras otros iban llevando a la manada encima con sus caballos.

Me llamaba mucho la atención, cuándo visitaba la gran casa, los tabiques en madera eran decorados con las cabezas disecadas de sus mejores toros y así conservaban su apariencia intacta con el arte de la taxidermia. ¿qué recuerdos esos? Donde doña Esmeralda Flores De Barguil, se afanaba, transformada para darnos toda su excelente acogida “gran mujer" nos prestaba siempre una atención sin igual y a la vez trabajaba duro en los quehaceres de la casa, y le ofrecía a su esposo todo el tiempo necesario. Estas cabezas de toros colgados nos daban fe de los años de esta ganadería, que fue pionera en estas tierras loriqueras, del bajo Sinú, Córdoba y el Caribe Colombiano.
Don Lawandios inicia esta ganadería de Lidia en los años 60's en Cereté con punta de vacas y toros de sus parientes Calume Montalvo, hijos de don: José Calume Eljach ( criadores y propietarios del celebre toro “el chivo mono” ), primo hermano de su padre don: Elías Barguil Eljach y de una compañía de ganados puros que tuvo con su cuñado Alberto Calume Spath, criador y propietario de la ganadería Calume de la finca Mochalito, con ganados procedente de la ganadería Aguas vivas de Vélez Piñeres en Cartagena.
Y , luego liquida la compañía y lleva su reparto a su hacienda del Tomate, donde inició el primer laboratorio de bravura, su génesis con el cruce de ganado de casta con ganado criollo de antaño, procedente de don José Banda contaba con animales criollos, y a mediados de los años 1960 trajo e incorporo también la casta con decidida gana y templanza, del departamento del Tolima de la ganadería de los hermanos Rocha.
Fue en Lorica donde nace el tronco de la casta del hierro quemador del Tomate, más exactamente en la margen izquierda del Corregimiento de Santa Lucia de las Garitas.
Sus animales acostumbrados al buen trapío, y su buen encaste, dejándolo notar en su romana, pelo limpio y brillante, sentado y fino, de cachos bien formados, Morillo grueso, patas finas, pezuñas pequeñas y redondeadas, cola larga: fina y espesa, ojos negros vivos. En general Casta y Estampa tomateros, que era igual a: Bravura, Casta, Trapío, Defensa, Buena edad en promedio, Temperamento, Codicia, Raza, Estampa o Lámina, Buen trote al embestir y en general el toro Tomatero se saca por su buen cuidado, belleza y proporciones armónicas.
Los bellos paisajes de sus potreros de la Hacienda el tomate, Adornaban el entorno con puntos negros desde la distancia, con verdes vivos y cromáticos formando parte del gran valle del Sinú - que nos recrea la vista e invita al sosiego, está sinfonía de verdes, azul celeste y ocres, que contemplaban al hombre. El mas apasionado y amante de estas tierras, es quien las cuida, la explota y las protege “don: Lawandios.
Verdores del Valle del río, frescura de sus aguas y pureza del aire, bajo un cielo cubierto por una montera de nubes celestes, blancas y grises- son los componentes que dan fuerza expresiva a este imponente cuadro de la naturaleza en la margen izquierda del Sinú de la "Hacienda del Tomate" donde vemos como se presentan sus cercas en los potreros, como murallas de cestón de árboles de mataratón y ñipiñipi heridos en sus troncos por la grapa y púas de su alambre.
Bañados por los espejos de agua, donde se refleja el azul celeste del cielo abierto y coqueto, contrastando con el ocre del imponente río Sinú; confundiéndose en su horizonte por algunos claros del pantano natural. Tierras llanas que sirven de peana al pasto y asiento a las reses del ganadero emblemático como lo fue don: Lawandios Barguil Rubio.

El caucho de las llantas del tractor, cruzan los charcos de agua lluvia, y se va alejando de la vista de su amo, para internarse en los pastos donde se encuentran una cantidad de vacas de leche y carne.

Los pacíficos animales se mostraban espantados y le abrían paso al tractorista que conducía ese viejo tractor, hasta otra división donde estaban otra camada de bovinos, compuestos sólo con hembras y sus crías (terneros) que se movían algo indolentes por esos planos de la Hacienda.
Eran vacas corpulentas que mostraban la extraordinaria dimensión de sus defensas y lo más tierno de su descendencia - se veía como el ternero rebuscaba entre la redondez de la ubre y la voluminosa madre criolla, manifestaba su recelo, como lo era natural, ante la proximidad del bullicio de la maquina, que lleva al capataz descansando sus glúteos en el oxidado tapa rueda de este tractor. Entre el enrejado de ese gran zorro de madera jalado por el tractor llevaba todos los elementos y personal necesario, para cubrir la necesidad de labor del campo y para sus animales.
Los animales de Lidia se movían de un lado a otro con decidía y mostrando ausencia hacia otro sitio más placentero y de tranquilidad para ellos. Ya que extensión les sobraba en el tomate, y descansaderos también.
En los pelados del terreno que se abrían en la tupida hierba, podían contemplar el brillo del pelo de esas hermosas hembras en tonos acromáticos negros, chorreados, Castaño o colorado y jabonero.