Por Rafael Hernández M.

Se conoció la semana pasada la noticia de un sumergible desaparecido en el mar Atlántico, tratando de visitar en las profundidades los restos del Titanic.

El R.M.S Titanic fue un transatlántico británico, el mayor barco de pasajeros del mundo al finalizar su construcción, que naufragó en las aguas del océano Atlántico durante la noche del 14 y la madrugada del 15 de abril de 1912, mientras realizaba su viaje inaugural desde un puerto de Inglaterra (Southampton) a Nueva York, tras chocar con un iceberg. En el hundimiento murieron 1496 personas de las 2208 que iban a bordo, lo que convierte a esta catástrofe en uno de los mayores naufragios de la historia.

Entre sus pasajeros estaban algunas de las personas más ricas del mundo, además de cientos de inmigrantes de nacionalidad irlandesa, británica y escandinava que iban en busca de una mejor vida en Norteamérica. El barco fue diseñado para ser lo último en lujo y comodidad, contaba con gimnasio, piscina cubierta, biblioteca, restaurantes de lujo y opulentos camarotes para los viajeros de primera clase, así como con una potente estación de telegrafía disponible para el uso de pasajeros y tripulantes y equipado con medidas de seguridad avanzadas para la época.

Ciento once años después, un grupo de cinco personas millonarias, que no sabían en qué invertir el dinero, se aventuraron a desafiar a la naturaleza y a las profundidades del océano y partieron en un sumergible llamado paradójicamente, Titan, a "visitar" los restos del Titanic naufragado en 1912. Muchos consideran a estas cinco personas fallecidas como verdaderos exploradores que compartían un espíritu aventurero y pasión por los mares, pero en el fondo eran personas vanidosas y sin ningún compromiso altruista.

Lo cierto es que a través de la historia el hombre ha sido, por naturaleza, vanidoso y de egos, basta recordar a Alejandro Magno, Robin Hood y todos los antiguos griegos que quisieron desafiar al mundo.