© 2023 El Meridiano.
Compartir con:
Por Pablo Rosselli Cock
Cuando Filipo II, rey de Macedonia, quiso invadir una región de Grecia sobre el mar Egeo llamada Laconia, de la que Esparta era su capital, envió a un emisario con la siguiente advertencia: "¿están conscientes de que de no someternos cuando entremos en la ciudad, la destruiremos?". Los espartanos que ─ a diferencia de los atenienses no eran dados a la oratoria, tenían fama de tener un humor conciso y cáustico, además de ser hombres de acción─ respondieron sin más: "sí entran". Ni Filipo ni su hijo Alejandro intentaron nunca conquistar Esparta.
Esa respuesta quedó grabada en el lenguaje universal. De ahí se originó la expresión lacónico, que significa breve, austero, escueto, sin rodeos.
Pues bien, este adjetivo -del griego lakonikos- se ajusta como anillo al dedo a la prosa del genial Augusto Monterroso (1921-2003). Este escritor guatemalteco, maestro del relato breve es muy conocido por su cuento El dinosaurio, uno de los micro relatos más emblemáticos de la literatura universal que dice así: Cuando despertó, el dinosaurio todavía estaba allí.
Sus relatos cortos, de un número de páginas menor a los dedos de una mano, son de una sencillez y economía de palabras sorprendente. Al mismo tiempo son inteligentes, irónicos y con un fino sentido del humor. Otro, titulado Fecundidad, que hace parte de una recopilación de sus cuentos se extiende a las diez palabras: Hoy me siento bien, un Balzac; estoy terminando esta línea.Sin embargo, la cortante austeridad que lo caracterizaba terminó por ser su propia atadura, como lo expresó en su escrito llamado La brevedad en el que el escritor que medía un metro sesenta y era conocido como Tito Monterroso dice así: "lo cierto es que el escritor de brevedades nada anhela más en el mundo que escribir interminablemente largos textos, largos textos en que la imaginación no tenga que trabajar, en que hechos, cosas, animales y hombres se crucen, se busquen o se huyan, vivan, convivan, se amen o derramen libremente su sangre sin sujeción al punto y coma, al punto.
A este punto que en este instante me ha sido impuesto por algo más fuerte que yo, que respeto y que odio".
Es curioso que el cuento y el relato breve como géneros no tengan la acogida de, por ejemplo, la novela y el ensayo. Muchos tienen el prejuicio de la extensión de los escritos en los que se exige cierto número de páginas que, con frecuencia, sobran y que resaltan el vacío en las ideas, la poca claridad, la incapacidad de síntesis y paradójicamente la estrecha imaginación de quien las escribe.
Evoco las palabras del jesuita Baltasar Gracián, escritor del Siglo de Oro español, que afirmaba: "Lo bueno, si breve, dos veces bueno; y aun lo malo, si poco, no tan malo".