29 de marzo de 2024
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La pereza

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30 de dic. de 2022

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Por: Selma Samur de Heenan.

Hasta ahora hemos visto seis de los siete pecados capitales. Para el séptimo, este de hoy, vale la pena recordar que estamos en este mundo con un propósito dado por Dios, y que para su cumplimiento, ÉL mismo nos asigna un periodo previamente establecido.

Esta realidad hace que el tiempo adquiera una dimensión realmente importante y que, por consiguiente, su mal uso se considere una ofensa hacia nuestro Creador que nos concede la vida con una duración específica. Esto lo corroboramos al reconocer que ninguno de nosotros ha elegido la fecha de su concepción ni la de su nacimiento y tampoco debe interferir en la de su muerte.

Una de las principales maneras de perder ese tesoro llamado tiempo, es dejando de hacer lo útil, necesario o indispensable, porque a cambio preferimos descansar o distraernos con actividades que no requieren de nuestro esfuerzo, que nos gratifican con ocio o placer, pero sin contener un provecho real para nuestra vida o la de otros. Lo anterior es lo que constituye LA PEREZA, que por ser un pecado capital, le abre la puerta a otras conductas o manifestaciones propias de ella, igualmente pecaminosas.

Ejemplo claro es la desidia para administrar y cuidar las bendiciones que Dios nos regala. Por pereza podemos ser malos padres o hijos, pésimos empleados o perder grandes oportunidades de trabajo. Por pereza también se puede llegar a ser ciudadanos mediocres que incumplen sus obligaciones civiles.
Por pereza podemos ocasionar daños físicos, materiales, emocionales o espirituales, toda vez que sus manifestaciones alcanzan incluso hasta para enfermarnos, bien sea por abandonar el cuidado necesario a nuestro bienestar o por no hacer lo que corresponde para buscar la verdadera sanación que siempre será en primer lugar, la del alma.

De otra parte, y no menos peligrosa, resulta la pereza espiritual que nos aleja de la gracia de Dios, porque somos incapaces de corresponderle con la diligencia que Jesús nos aconseja en la práctica de la fe.

La virtud contraria a la pereza es la diligencia. Con ella podemos vencer a ese espíritu de adormecimiento que nos impide vivir en plenitud nuestro proyecto de vida. Esta virtud es susceptible de irse cultivando mediante pequeños esfuerzos que nos ayuden a combatir esa voz o adormecimiento interior que nos impide actuar cuando debemos o nos lleva a cumplir obligadamente sin entusiasmo por lo que hacemos.

Ejemplos donde la Biblia nos habla de la pereza:

Proverbios 26, 13 “El perezoso dice: Hay un león en el camino; hay un león en medio de la plaza”

Romanos 12, 11 “Esfuércense, no sean perezosos y sirvan al Señor con corazón ferviente”

2 Tesalonicenses 3, 10-12 “Porque aun cuando estábamos con vosotros, os ordenábamos esto: Si alguno no quiere trabajar, que tampoco coma. Porque oímos que algunos entre vosotros andan desordenadamente, sin trabajar, pero andan metiéndose en todo. A tales personas les ordenamos y exhortamos en el Señor Jesucristo que, trabajando tranquilamente, coman su propio pan”

Hebreos 6, 12 “A fin de que no seáis perezosos, sino imitadores de los que mediante la fe y la paciencia heredan las promesas”

La meta es el Cielo