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La efímera felicidad

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25 de mar. de 2023

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Por Olga Lucía Bustamante

El ego necesita piropos, el alma no. Es improbable que otro ser, externo a mí, sea mi felicidad, cuando yo mismo no sé cómo encontrarla ni como darla.

La felicidad no es una fase permanente, son instantes que los podemos volver duraderos o pasajeros, de acuerdo a nuestra manera de afrontar las circunstancias.

Los conquistadores de la felicidad, son aquellos que interpretan la vida como una etapa de aprendizaje, en la que cada situación trae un reto. Reconocen que cada contrincante, en el camino de la existencia, es un maestro de lo que se debe replicar, o, por el contrario, de lo que se debe evitar.

Ambos maestros muy apreciables. Los audaces guían sus vidas, saben verificar en la infinidad de posibilidades, cuál aporta crecimiento, o cuál debilita y empequeñece. Disciernen, que el piloto es intrínseco, ‘Soy Yo’. Estado ideal al alcance de todos, con muy pocos visitantes.

"Cuando el alumno está preparado aparece el maestro", dice sabiamente el proverbio Zen. Lo que no nos alcanzamos a dar cuenta, es que, el maestro y el alumno están dentro de nosotros mismos. En un momento actuamos como maestros, en otro como alumnos. Un maestro se manifiesta en diferentes formas, personalidades y ocasiones.

"Hasta el comportamiento de los animales contiene la información que necesita para alcanzar un nivel de conciencia mayor".

El ego se satisface y se fortalece con adulaciones, el alma se reconoce a sí misma, ama su origen y confía en su Fuente. Pocos intuyen esto como una verdad, entonces robustecen el ego, propio y ajeno, para obtener dádivas y beneficios disfrazados de amistad y admiración.

Alrededor de esta farsa se mueve el mundo, dilapidándose y desperdiciando el verdadero sentido de los vínculos, incluyendo los afectivos.

El hedonismo desenfrenado en complacencia y disfrute exagerados, estimula los pensamientos y el sentir fanfarrón y pretensioso, opacando la mirada honesta.

La moderación es una muy buena carta en nuestro comportamiento. Impide la perdida de criterio y apreciación de lo verdaderamente sencillo y valioso. Lo imperecedero corresponde al ámbito del espíritu. Las personas moderadas perciben más fácilmente este estado, inasumible al hedonista.

El Emperador romano Julio Cesar expresó que: "los hombres creen gustosamente aquello que se acomoda a sus deseos". Esta frase describe al hedonista cuyo ego, vuela alto.

Ellos no son la felicidad de otros, solo se alimentan de su propia, frágil y efímera felicidad. Y cuando los aduladores desaparecen, estos se debilitan y derrumban.

La importancia del perdón entre los seres humanos, es que, quien nos maltrató, pudo ser mensajero de una enseñanza que nos hizo crecer.