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Jesús está vivo

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24 de mar. de 2023

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Por Selma Samur de Heenan

Jesús en la última cena nos ofreció el mejor regalo y el que, tal vez, fue su mayor milagro: darnos y dejarnos su cuerpo, su sangre y toda su divinidad como presencia real para nosotros.

En la sagrada Eucaristía, Jesús está realmente vivo, como lo estuvo al nacer en Belén, vivir en Egipto y Nazaret, andar por Jerusalén y toda la tierra santa que pisó.

El gran misterio de la transustanciación del pan en el cuerpo de Cristo es fuente inagotable de fe, esperanza y amor. Cuando creemos en ese milagro perpetuo, la percepción de la vida, necesariamente, nos cambia, y el enfoque que les damos a los sucesos y cosas, también, porque no podemos permanecer igual, sabiendo que Dios está con nosotros de una forma tan explícita y cercana.

Para muchísimas personas, el solo pensar en que es posible que con la consagración que hace un sacerdote de un pedazo de pan y un poco de vino, se haga presente Jesús, es cosa de fanáticos que no saben nada de las leyes de la naturaleza y de las posibilidades existentes que nos enseña la ciencia y la razón.

Aún, después de tantas revelaciones divinas, persisten millones de cristianos escépticos que niegan, no creen o desconocen que las palabras de Jesús fueron muy claras, dándonos su promesa de estar vivo realmente, no de manera simbólica, porque ya no es pan ni vino sino su cuerpo y sangre.

Para Dios todo ha sido y es posible, no existe nada que él no pueda hacer. Lo reafirma en su palabra, pero de manera contundente, en todo el conjunto de hechos en los que ha intervenido prodigiosamente, y que conforman la totalidad de la creación y la historia de nuestra salvación.

El valor incalculable de la Santa Misa radica en que nuestro Señor Jesucristo estará entre nosotros para que podamos rendirle nuestro amor, devoción y adoración. Pero, además, para recibirlo en gracia y obtener su bendición.

Lamentablemente, en ese momento se revive también la historia que ya conocemos, es decir, que tanto ahora como lo fue antes, hay quienes lo miran indiferentes; quienes piensan que no es cierto que sea el hijo de Dios; quienes lo traicionan, y otros que están como testigos pasivos pensando toda serie de tonterías que son ajenas a la magnitud del evento.

En distintos lugares y épocas se han presentado milagros eucarísticos que dan buena cuenta de que lo dicho por Jesús es la verdad.

Próximamente, Dios mediante, mencionaremos algunos cuantos.