19 de abril de 2024
Tendencias

© 2023 El Meridiano.

Gracias, Poeta

Por
3 de mar. de 2023

Compartir con:

thumbnail

Por Ensuncho de la Bárcena

La noticia me llegó desde Medellín, ciudad donde ahora vivo.
Apareció en Cartagena del Caribe, envuelta en papel rojo, el día de mis treinta. La musa remitente se había tomado la tarea en serio. Dos discos compactos con una selección personal de un cantautor desconocido para mí.

Viniendo de Elena no hice otra cosa que escuchar los discos que me cambiaron la vida. Por la noche llegó la celebración en el Hotel Bellavista, rodeado de mis padres, mi hermano Rami y Normita, dos benditos borrachos, tres novias, dos poetas que se pelearon a muerte después de la media noche y el grupo de gaita de Juancho Sierra. La fiesta fue tan gloriosa que el rey Enrique, dueño del hotel, tuvo que echarnos a la playa en plena madrugada para no despertar a la ciudad erótica. Aquel amanecer nunca se fue de mis labios.

Así me llegó Joaquín Sabina. Con el ímpetu de un tren sin destino y la cursilería de un donjuán en ruinas. Con la gracia del perro andaluz más hispanoamericano que ha ladrado en este mundo. Con la ironía más fina, que solo alguien como él olía soler. Con la cachondez a flor de piel y de naufragio. Con la nostalgia hecha risas.

Y me enamoré, otra vez. Una novia canaria me quiso llevar a las siete puertas del mar, pero mi corazón solo tenía llave para una. Alcanzó a enviarme los sonetos del hombre ensombrerado. Aún conservo el disco, el libro se quedó en alguna musa de noche, después de un recital.

Pasados los años, instalado en la capital sin metro, tuve el honor de sugerirle a un empresario de la noche que lo trajera por primera vez. Y se burló de mí porque era costoso. Y lo trajo, meses después. Y nos abrazamos en un Hotel, al llamarle "Poeta". Nos vimos frente al espejo de un baño. Y me negó una entrevista. Y saludé de beso a Jimena.

Yo era un poeta estrenando jaula. Fuimos al concierto y los versos del ubetense, hijo de un policía, seguían haciendo mella en mi espíritu escapista. Aquellos días y noches de esposado tuvieron siempre como confesor al flaco desgarbado y de bombín. Con mi bella carcelera fuimos una vez a cenar con Aute, quien me hirió de amor con un piropo. Luego vino con Serrat y fui a verlo, dos pájaros de un tiro.

Sus canciones hacen parte de la banda sonora de mi vida. Ahora que está en gira de despedida por todo el continente, quiero decirle, Poeta, que en mi cabeza y en mi pecho nunca morirá. Nos veremos en Madrid, para darle un beso.