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El Día de la Madre es una fecha que trasciende el calendario; es un homenaje profundo al amor incondicional, al sacrificio silencioso y a la fuerza inquebrantable que representan las madres en nuestras vidas. En cada abrazo suyo late la ternura que consuela, en cada consejo vibra la sabiduría que guía, y en cada gesto cotidiano florece una entrega que no espera nada a cambio. Hoy, más que celebrar, agradecemos: por las que están, por las que partieron, por las que, sin dar vida, han sabido ser madre con el alma.
Y es que en un mundo donde los modelos de familia evolucionan constantemente, el rol de la madre también se transforma. Hoy, en el Día de la Madre, no solo celebramos a quienes han dado a luz, sino a todas aquellas mujeres que, desde distintos frentes, encarnan la maternidad con amor, entrega y fortaleza.
Las nuevas madres son mujeres que enfrentan los desafíos de la crianza en tiempos modernos: la conciliación entre el trabajo y el hogar, la crianza consciente, la salud mental, y el acceso a redes de apoyo. Son profesionales, estudiantes, emprendedoras o trabajadoras del hogar que cada día reinventan la maternidad entre responsabilidades múltiples. Muchas de ellas comparten tareas con sus parejas, cuestionan estereotipos y buscan criar desde el respeto, la empatía y la autonomía.
Pero también son madres aquellas que, sin haber concebido, han asumido el compromiso de cuidar, proteger y amar a niños que no llevan su sangre, pero sí su apellido, sus costumbres y su afecto. Las madres sustitutas —ya sean adoptivas, tías, abuelas o cuidadoras— desempeñan un papel crucial en miles de hogares. Conforman un tejido silencioso de afecto que sostiene a niñas y niños que, por diversas razones, no pueden estar con su madre biológica.
En esta fecha especial, es momento de reconocer la diversidad de formas de ser madre. La maternidad no tiene una sola cara: puede estar en una sala de partos, en un hogar de paso, en una familia adoptiva o en la jornada silenciosa de quien cuida sin esperar nada a cambio.
En Colombia, donde el Instituto Colombiano de Bienestar Familiar (Icbf) y otras entidades adelantan programas de protección, las madres sustitutas se convierten en un pilar emocional y social para la infancia vulnerable. Su amor no es menos genuino, ni su esfuerzo menos valioso. Ellas reconstruyen vínculos y ofrecen segundas oportunidades con una ternura que muchas veces trasciende el deber.
A todas las nuevas madres, a las sustitutas, a las valientes y amorosas: gracias por transformar el mundo desde el corazón del hogar.