19 de abril de 2024
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El profeta Gaviria

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1 de mar. de 2023

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Por Rafael Negrete Quintero:

Aunque el lunes salieron tres ministros, el centro de los reflectores se los llevó solo uno, Alejandro Gaviria, el hoy dos veces exministro. Habrá que recordar que Santos lo fue tres veces para luego ser presidente, a pesar, de su recordada frase; "al país lo que le espera es sudor y lágrimas". Todavía pues, hay chances para el exministro.

Y los reflectores se los llevó Gaviria porque siendo ex ministro de salud durante seis años, como lo fue, era él quien llevaba la batuta en las observaciones que se hicieron al interior del gabinete al proyecto de reforma de salud, de la ministra Corcho, que quedaron plasmadas en un documento, hecho público el domingo, un día antes de su salida. "Si se conoce este documento se cae la reforma" dicen que dijo el Presidente.

A estas alturas la reforma no se ha caído, así que, para recordar los fundamentos filosóficos de la postura del hoy exministro, acudí esa noche del lunes a buscar un libro suyo, que había leído años antes, y que tiene por título "Alguien tiene que llevar la contraria". El libro, que ilustra muy bien porque es preciso llevar la contraria en ciertas ocasiones, me entregó unas frases que vienen como anillo al dedo a la actual coyuntura. Disfrútenlas.

"(…) En general desconfíen de los profetas, de los iluminados, de quienes creen en las soluciones totales, de todos aquellos que tienen más discurso que metodología y predican una falsa disyuntiva entre "un sistema injusto y corrupto que no puede mejorarse, y otro racional y armonioso que ya no habría que mejorar». Los profetas casi nunca predicen los desastres, con frecuencia los ocasionan. El cambio social no es cuestión de todo o nada, es cuestión de más o menos. En cuestiones prácticas uno no debe aspirar a la perfección. El conocimiento práctico construye. Las ideologías abstractas solo sirven para destruir.

En últimas, el reformismo incremental, permanente, basado en la experiencia y el conocimiento de los problemas, es siempre más eficaz que las revoluciones basadas en concepciones ideológicas y visiones grandilocuentes.

Cambiar el mundo es difícil. Las «musculosas capacidades de la política» son una ilusión. Con la excepción, por supuesto, de las «musculosas capacidades» para hacer daño. Las leyes por sí solas no crean capacidades colectivas. Tampoco cambian la cultura. Ni modifican las normas sociales. No se puede legislar el conocimiento. Tampoco la moral. Las leyes sociales de Noruega y Grecia son las mismas. Los resultados, opuestos. Por algo será."