4 de mayo de 2024
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El origen de las palabras

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13 de mar. de 2023

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Por: Rafael González Guerrero.

Fiscal

Hoy, el fiscal es un magistrado, agente del ministerio público, que lleva la dirección de la investigación criminal y el ejercicio de acción penal pública En Roma, se llamaba fiscus a una cesta de mimbre en la que se guardaba el tesoro personal del emperador, diferente del aerarium, que era el Tesoro público. A partir de fiscus, surgió el adjetivo fiscalis, inicialmente ‘referido al dinero público’ y luego, ya en el castellano de Nebrija (1495), el fiscal del Rey, era un alto funcionario que se encargaba de los dineros de la Corona.

Hacia la primera mitad del siglo XVI, el fiscal ya era el que representaba al ministerio público ante los tribunales. Fiscalis dio lugar a otras palabras de nuestra lengua, tales como fiscalizar, fiscalización y fiscalizador, basadas en la idea de ‘controlar, supervisar’, el accionar de los subordinados, o incluso, en temas de su incumbencia legal, de la población.

En la actualidad, fiscal puede ser tanto un sustantivo para denominar al representante del ministerio público, llamado también en algunos países procurador, como un adjetivo que se aplica al Fisco o Hacienda estatal. En este último sentido, se habla de presión fiscal -la que un gobierno ejerce aumentando los impuestos-, renuncia fiscal, cuando el Estado renuncia al cobro de determinados impuestos para estimular una actividad económica que le interesa.

Marrano

Este vocablo hace referencia a los judíos que se convirtieron para evitar las persecuciones emprendidas por los Reyes Católicos en los reinos cristianos de la península ibérica, que seguían profesando clandestinamente sus costumbres y su antigua religión, utilizándose el término en forma peyorativa llevando implícita la insinuación de cristianismo fingido. Los rabinos de la Hispania medieval sostenían que los judíos podían y debían fingir convertirse a otra religión si creían que su vida estaba en peligro y estaban exentos de cumplir aquellas prácticas del culto que pudieran delatarlos, pero se les exigía que en cualquier caso mantuvieran la fe en sus conciencias.

Muchos sostienen que la palabra marrano no proviene del nombre del cerdo, sino del árabe. Sin embargo, Corominas defiende enfáticamente esta hipótesis, y afirma que se empezó a difundir por Europa hacia fines del siglo XIII, para luego difundirse por “toda Europa”. En el siglo XV se abusó de este vocablo, como insulto, hasta el punto aplicarlo a cualquiera, en tono de desprecio.

No obstante, algunos hispanistas sostienen que el vocablo puede proceder de la palabra árabe mahram ‘cosa prohibida’,

El hispanista francés Joseph Pérez considera, que marrano procede más bien del verbo marrar, que significaba 'fallar, fracasar', puesto que refiere a un judío que no se convirtió de verdad.