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El edén que buscamos

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18 de mar. de 2023

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Por: Olga Lucía Bustamante Madrid

Al degustar un delicioso café, esperamos encontrar el disfrute en el sabor y en la temperatura correcta.   En las interrelaciones personales, es igualmente importante que se dé la misma ‘temperatura’ entre las partes, para armonizar sentimientos y acuerdos mutuos.   

La biblia describe el árbol del bien y del mal. Esta analogía representa un árbol con frutos que, estando maduros, pueden degustarse, digerirse y nutrir. Por el contrario, los frutos amargos, inmaduros, no se consumen, porque pueden hacer daño al organismo.  La vida puede representarse como un ‘árbol de decisiones’, algunas listas para ‘producir beneficios’. Otras, aun en ciernes, tomadas sin discernimiento ni claridad, pueden ocasionar situaciones distorsionadas, malogrando los resultados.     

¿Quién tiene la capacidad, de volver su vida y su entorno, un paraíso, o ser excluido de él?: Uno mismo. Asumiendo las decisiones equilibradas y correctas, -estas no se improvisan-. Una buena conclusión se da solo cuando existe la ‘convicción’ absoluta sobre algo, cuando se han superado las barreras de las dudas y las interpretaciones amañadas. Creer y tener fe, es una certeza inequívoca, es el fruto madurado, dulce y sabroso.

Existen quienes tienen todo materialmente, -pero son infelices-, el dinero es su dolor de cabeza. El paraíso no es el dinero. Otros, obtienen ganancias sin merecerlas, recorriendo caminos fáciles, creen ser felices, pero en poco tiempo, triunfa la realidad, -el fruto inmaduro-. El despilfarro los regresa a su estado inicial, sumándole vicios, enojo y desolación.

El lograr, estar en un edén, es una tarea individual. Las decisiones atinadas, señalan el punto de equilibrio. La sumisión es el opuesto a la rebeldía, ambos extremos son desequilibrio.  El sometimiento es desprecio, contrario al reconocimiento, cuyo punto de equilibrio es el respeto. En la búsqueda de un punto de consonancia debe haber entendimiento, claridad, prudencia, sensatez y discreción.  

Practiquemos la toma de decisiones coherentes, para que nuestro árbol de la vida tenga raíces fuertes y profundas, que propendan por el bienestar personal y comunitario.

Los acuerdos sociales deben obedecer leyes naturales del equilibrio. ¿Qué conviene? Un gran administrador sabe obedecer cuándo la razón lo señala, sabe mandar cuándo se requiere, sabe escuchar las razones a favor o en contra. Revisa no solo las metas, sino los procesos y los depura, los blinda, de manipulaciones. Observa ¿Qué sirve? Y controla resultados. Indispensable en esta ecuación, respetar la dignidad humana por encima de todo.

La naturaleza ofrece bienestar en forma de semillas, para todos, la diferencia está en la siembra, en sus cuidados. Nunca habrá igualdad en el mundo, es imposible, habrá merecedores dignos y merecedores por derecho.