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<strong>El dolor y la nada</strong>

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25 de mar. de 2023

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Por: Olga Leonor Hernández Bustamante.

En ocasiones la sensación de vacío y falta de sentido es tan profunda y genera tanto malestar que es preferible sentir algo, cualquier cosa, en vez de no sentir nada. Es entonces que, en la huida del vacío, se vuelve la mirada hacia el dolor y al malestar como una forma de sentirnos con vida. Es el dolor quien llega a confirmarnos que aún estamos aquí, que la posibilidad de sentir sigue vigente, que es preferible el malestar al estruendoso silencio de la nada.

Es así como encontramos quienes permanecen en un trabajo que los disminuye y explota, pero no logran visualizarse en otro lugar. Tienen la convicción que son tan poca cosa, que consideran que están allí casi que de milagro. Es por eso que soportan estoicos todos los desplantes y abusos. Ser tenido en cuenta, así sea para maltratarlo, es preferible a ser invisible.

Está también aquel que permanece en una relación, que lo anula permanentemente, que no valora sus deseos y no atiende sus necesidades. Que recibe migajas de cariño, mismas que lo mantienen atado al vínculo. Es mejor sentir el desprecio que no sentir nada. Es mejor estar así, que regresar a un lugar vacío. Es mejor perseguir a alguien que encontrarse solo frente al espejo. Es preferible este tipo de compañía a la soledad todos los días.

Aquí podemos ver también a ese grupo de jovencitas de colegio o universidad que se cortan suavemente las muñecas o los muslos y luego esconden las marcas tras varias pulseras y un reloj o con un pantalón largo que no deje ver la piel rasgada. El ardor en la piel y la línea rojiza que surge es recibida con alivio. El vacío en el corazón se sentía como un hoyo negro que se estaba tragando a su paso todo, incluidas sus emociones. Pasar de no sentir nada a recordarse viva gracias al dolor es algo que se agradece en silencio.

Tenemos aquí también a quien elige las sensaciones producto de una adicción para distraer la ansiedad que genera la idea de pensarse como indeseable. Se siente una persona tan fácilmente olvidable que es preferible borrar esos sentimientos con la recompensa química producto de una sustancia, cualquiera que sea, incluido un atracón de azúcar, pizza o chocolates o la euforia de un juego de azar.

En palabras de Alex Rovira, en ausencia de caricias positivas se elige la opción de tener caricias negativas, pues la opción que queda, la del vacío y la nada, es simplemente aterradora.