Por: Francisco Cuello Duarte

Quien hace política aspira al poder, al poder político. Y para alcanzar tal fin, hay varios caminos, entre ellos la protesta social como la utilizó el candidato Gustavo Petro contra el gobierno de Duque y todo el establecimiento de esa época y la retórica en la plaza pública, como lo hicieron los grandes políticos de la historia del país, como Laureano Gómez, Gaitán, Turbay, López Michelsen, entre otros. Estos personajes se valieron de la palabra para seducir al elector, como nos aconseja Mazzoleni y Grijelmo. En cambio, Jesucristo fue mucho más inteligente y práctico, pues seducía con parábolas.

La palabra tiene poder, hoy y siempre, no obstante, la importancia de las redes sociales para socavarla y restarle valor ante el conglomerado social. Por eso, me llama la atención el método utilizado por el coronel (r) John Marulanda con su protesta social en la Plaza de Bolívar en Bogotá contra el presidente Petro empleando un lenguaje rimbombante y entendible en el estrato diez.

Defenestrar, cuando pudo haber dicho derrocar, revocar o golpear militarmente, para ser más impactante y con el mismo efecto político, pues como dijo Nietzsche, las palabras tienen olor. Y esta palabra de estrato diez causó malestar en el pueblo con olor popular que son los que votan masivamente en una campaña electoral, mientras que los de arriba solo piden puestos y contratos.

Si bien la marcha llenó la plaza pública y fue un éxito en asistencia, fue desafortunada y sin una planeación estratégica plantear un golpe de estado cuando nuestra fuerza pública rechaza esa idea desde hace mucho tiempo. Quienes están aburridos y arrepentidos con el actual gobierno no tienen otro camino que esperar que se termine su período que se cumple dentro de tres años y medio.

El coronel (r) John Marulanda si tiene quien le escriba, a diferencia de lo descrito por García Márquez en su novela, donde el personaje esperaba todas las tardes en el Puerto de Ciénaga la llegada del correo con la aprobación de su pensión. Hoy, este coronel tiene el 50% de una credencial para el Congreso de la República, una gobernación o la alcaldía de su pueblo, si aplica inteligentemente las enseñanzas de Maquiavelo y El arte de la Guerra, con humildad, creatividad y carisma para alcanzar el poder político sin derramar una gota de sangre.