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El carnaval del ayer

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14 de feb. de 2023

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Por: Raymond E. Gomes-Cásseres

La recreación es importante para la buena salud mental. Esto lo saben casi que instintivamente todos los pueblos.  Por eso dedican un tiempo de cada año para celebrar fiestas, que con el tiempo se vuelven tradicionales.  

 Anteriormente, el carnaval fue para Sincelejo una fiesta tradicional, en la que tomaban parte los distintos sectores de la comunidad. Esta fiesta se salía del carril común y arrastraba a grandes y chicos con la misma devoción y entusiasmo. Apenas se daban los primeros tonos que anunciaban el rompimiento de las hostilidades y se oían los acordes augurales de las murgas que desfilaban por las calles, todos se disponían a ingresar a la fiesta de la liberalidad y el bullicio. Todos los festejos del carnaval se regían por el programa elaborado de antemano que contenía los números descritos en un estilo jocoso, de elevada suntuosidad, dentro del más fino buen humor. Existía una reina del carnaval, asesorada por un Premier y formado el Gobierno por un séquito de ministros y embajadores que hacían las delicias del público en sus representaciones; damas bellas y esplendorosas iniciaban y enriquecían los desfiles con sus figuras ataviadas de espléndidos disfraces del mejor estilo versallesco. Durante el día se verificaban asaltos a las residencias, se bailaba con las parejas que se lograban reunir y por la noche se reunía la alta sociedad en los salones elegantes, donde había derroche de buen gusto y distinción. Los bailes de disfraces que se celebraban en el Club Sincelejo hicieron época por su magnificencia y señorío y por lo variado de sus comparsas y mascaradas.

Este Club era el epicentro de todo este movimiento de tan notable jerarquía y así se vieron colmados siempre sus salones con lo mejor de una concurrencia. Sus variadas dependencias se ornaban con motivos especiales, había un mejoramiento notable en sus servicios y todo se preparaba como para un grande acontecimiento. Una sociedad entera se entregaba de lleno a volcar sus alegrías y tristezas en la vorágine del carnaval. Siendo el carnaval una fiesta de gran repercusión artística, sentimental y romántica, su alegría desbordante transformaba los caracteres más adustos y había que ver el contagio que causaba el esplendor de una comparsa, la alegría de un baile de máscaras y las ocurrencias burlescas de un bufón. Arlequín, con su traje blanco adornado de rombos de distintos colores y antifaz negro, es el prototipo del cómico dicharachero y gracioso. A su lado, su amada Colombina oye las súplicas de su enamorado fanfarrón, con su cara enharinada y sentada en los cuernos de la luna, pero siempre bella e interesante. Pierrot, en cuya alegría se traduce una gran tristeza, es el personaje que simboliza al hombre bueno y generoso, enamorado también de Colombina, ríe de sus decepciones y amarguras, las cuales disimula bajo el antifaz que oculta su personalidad.