El tema de la educación es fascinante, porque todos los modelos pedagógicos y todo lo que en ese campo se afinque en la pertinencia y la sostenibilidad, pasa por la actitud del alumno para demostrar sus capacidades vocacionales y su talento. La mediocridad en la educación depende de la laxitud y las complacencias con los estudiantes que no se esfuerzan, lo que se ve reflejado, al menos en Colombia, en los pobrísimos resultados en las pruebas internacionales. La idea de que las exigencias académicas son inconvenientes y frustrantes no está probada. Lo que sí se sabe es que la disciplina, la dedicación fervorosa y el deseo de aprender son los pilares insustituibles del progreso intelectual y moral del hombre. Como no puede haber ciencia sin conciencia, la integralidad de la formación es indispensable, pero ella requiere, sine qua non, la combinación del conocimiento científico con las humanidades, es decir con la cultura, con los fundamentos de la filosofía y con la bioética, concebida como una ética para la vida. Quizá por eso el Ministerio de Educación está pensando en buena hora revisar su obsesión con la mortalidad académica, debida principalmente al bajo rendimiento escolar, y con la deserción, cuyos orígenes suelen ser económicos, familiares o de salud, y en todo caso particulares e individualizables.
Luego de la pandemia y del progresivo interés que ha generado el cambio climático en torno a la emergencia o reemergencia de nuevos y viejos microorganismos que infectan a los humanos y a los animales, el concepto de "One health" ha ido entendiéndose un poco mejor. Esa noción de una salud común para los seres vivientes debe partir del reconocimiento de un par de realidades incontrovertibles que han producido el mayor bienestar objetivo de la humanidad: el agua potable y las vacunas. El agua, por exceso o por defecto, se asocia a múltiples enfermedades infecciosas, y las vacunas, cada vez más sofisticadas y confiables, constituyen un seguro de vida necesario y eficaz, tanto en niños como en adultos.
Ya debería ir pensándose en unos estudios posgraduales que involucren, en una sola oferta, el cambio climático y la salud a partir del análisis hidrológico y ambiental de las nuevas realidades, de la relación, próxima o remota, del hombre con los ecosistemas, para finalmente articular todo ello con los avances en virología, en resistencia bacteriana, que es un problema grave, y con el riesgo de nuevas epidemias y pandemias en razón de que, como seres vivos, compartimos infinidad de agentes infecciosos con los animales. *Decano, FCS, Unisinú -EBZ-.