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<strong>Decepción</strong>

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25 de feb. de 2023

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Por: Olga Leonor Hernández Bustamante

Existe un juego que todos, o casi todos, hemos jugado en algún momento de nuestras vidas. Por ponerle un nombre, lo voy a llamar NO NOS DECEPCIONES. Si tengo que explicar el objetivo del juego, diría que consiste básicamente en hacer todo lo posible por tener felices a los demás. Así como se lee: los demás. En esta expresión caben personas cercanas, cabe tu familia, tus amigos, tus hijos, tus jefes y compañeros de trabajo, pero también aquellas que no conoces, pero que te pueden ver y hacerse una impresión de ti.

La lista de las reglas de ese juego sería más o menos así: Abandona tus gustos. Oculta tus deseos. Esconde tus emociones y pensamientos. Compórtate como los demás quieren que lo hagas. Deja de expresar tus opiniones, si lo haces es muy probable que no le gusten a alguien. Nunca pidas ayuda, los demás necesitan de ti, pero tú no puedes necesitarlos a ellos. Piensa todo el tiempo qué opinarían los demás de la manera en que estás actuando. Ante la duda de si algo le puede gustar a los otros, mejor abstente y quédate quieto. Antes de vestirte, verifica en el espejo si lo que llevas puesto te queda bien. Come lo que te gusta comer con culpa porque si engordas a la gente no le va a gustar como te ves. No seas ni muy expresivo ni muy callado. Mira a los demás constantemente para verificar si les agradas y si lo estás haciendo bien. Pide disculpas así no sientas que hayas hecho algo errado, total puede que al otro no le haya gustado. Un largo etcétera se suma a esta lista, seguramente cada lector agregaría otros a la lista.

Lo que sucede con este juego es que tiene una pequeña trampa incorporada. Los demás no existen, siempre eres tú mismo.  Tú eres quien diseña los mensajes de los ojos que te juzgan, las palabras que te hieren, los pensamientos que te lastiman. Eres tú quien supone lo que los otros creen. Eres tú quien define los estándares a cumplir, eres quien los plantea inflexibles y quien evalúa si se cumplieron o no. Eres tú quien se castiga cuando cree que ha fallado o fracasado. Siempre has sido tú, pero hábilmente pones la responsabilidad afuera: No quieres decepcionar a los demás, pero en realidad eres el juez.

La comprensión de que todo al final se concentra en la relación conmigo mismo elimina la carga de cumplirle a otros y plantea un reto: comprender y sanar la relación que tengo con la imagen que se refleja frente al espejo, con lo que creo, pienso, siento y deseo. No hay forma de decepcionarnos a nosotros mismos cuando nos entendemos en proceso, construcción y transformación permanente. Es entender que lo que soy es suficiente, así me equivoque de vez en cuando.