19 de abril de 2024
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De libro

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12 de mar. de 2023

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Por Álvaro Bustos González*

Cuando algo es muy característico, suele decirse que está "de libro", significando con ello que el asunto de la referencia reúne tal cantidad de perfiles netos que no puede traslaparse con otro, y que es inconfundible.

Ser presidente de una republiqueta y salir a los foros internacionales a pretenderse el salvador de la humanidad, atribuyéndole a los hidrocarburos un mal mayor que el que comporta la cocaína, es sintomático de un trastorno de la personalidad que se conoce como megalomanía, cuyo sustrato es el narcisismo, un rasgo patológico del carácter muy difundido y, además, incurable, que se da entre gentes inseguras, minusvaloradas durante la infancia, que desarrollan, como un mecanismo compensatorio, un desmesurado amor propio que los lleva a considerar que todo lo suyo es grandioso y que lo de los demás es insignificante.

Estas personas no admiten sino relaciones de vasallaje. Como necesitan ser aduladas, se rodean de gente pusilánime y, cuando alguien las contradice, se sienten maltratadas, y si perciben que aquél que les descubre sus majaderías es superior a ellas, entonces se llenan de envidia y las invade un sufrimiento recóndito por su imposibilidad para eliminar de la faz de la tierra al objeto de sus odios.
El megalómano, además, incurre en la mentira con frecuencia.

Es un mitómano que falsea datos en beneficio de sus postulados y que dice cualquier cosa sin ruborizarse a pesar de lo contraevidente. En eso hay algunos trazos de psicopatía: no parecen arrepentirse del daño que producen, porque son omnipotentes y desconocen la empatía. La palabra compasión nada les dice. Sus gestos son autosuficientes, al igual que sus cavilaciones.

Con tal de imponer sus caprichos o prejuicios, o de salvarse de sus desatinos, sacrifican la dignidad de sus semejantes. Una muestra de ello fue la salida brusca, sin la más mínima cortesía, de tres ministros del gabinete actual sin que hubiera nada que justificara semejante desplante, excepto la indómita voluntad del mandamás, que, como ya se dijo, solo le rinde cuentas a su enfermizo sentido de la propia excelsitud.
El tono mesiánico y engolado de sus discursos, el haber sido calificado por uno de sus amigos ideológicos del pasado como un “déspota de izquierda” y el seguir aferrado a un populismo anacrónico para lograr el desarrollo y la satisfacción del pueblo, hace presagiar lo peor. Solo veo nubarrones en el horizonte.
*Decano, FCS, Unisinú -EBZ-.