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Cuando los jefes se encuentren

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13 de may. de 2023

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Por José Manuel Acevedo

Han corrido ya suficientes ríos de tinta para rechazar lo que solo algunos pocos monigotes quisieron defender.

En Colombia no hay un solo jefe, sino varios, en función de la división de poderes y aunque nos pudimos haber ahorrado como país esa discusión reconociendo desde el principio lo obvio y dejando las bravuconadas de lado, la infortunada frasecita pronunciada desde España, al final volvió a demostrarnos que en Colombia la independencia de las ramas del poder público goza de cabal salud y que ninguno de sus líderes puede soltar especies impunemente sin que desde otra orilla se ejerza un necesario contrapeso y se le conteste de inmediato.

Por eso, si el impase aquel de la última semana sirvió para recordarnos el valor de la democracia y de la Constitución que nos rige, ¡enhorabuena!

De otro lado, si no aprendimos nada de lo que ocurrió y, por el contrario, seguimos mostrándonos los dientes a ver, en últimas, quién muerde más duro, estaremos condenados al atraso y no podremos trascender de las discusiones personales para que sean las instituciones las que prevalezcan. Mejor dicho: ¿nos quedamos en la anécdota o aprovechamos para robustecer el Estado social de derecho en Colombia? Es, justamente, la pregunta que debería ser el punto de arranque de la cumbre del Presidente de la República y la Rama Judicial, incluido, por supuesto, el Fiscal General de la Nación.

Está claro que el presidente Petro se equivocó y que, sin asteriscos, debe manifestarle al Poder Judicial, en persona y no por Twitter, que reconoce su autonomía y así doblar la lamentable página en la que solito se metió. Cuando los jefes se encuentren, los reproches deberían ser lo de menos y las líneas de acción hacia el futuro que se tracen "armónicamente" en el marco del deber de colaboración que nuestra carta magna les impone a todos ellos deberían ocupar el grueso de la discusión. Es lo que, al final, le importa y le sirve a Colombia.

Pero, además, hay formas más eficientes de corregir el daño. El Presidente se comprometió con la Rama Judicial hace tres meses a adicionar recursos para la contratación de más jueces y mejor tecnología que simplifique ciertos procesos. ¿Cómo van esas inversiones? ¿Les ha cumplido el jefe de Estado a los jefes de las cortes en esas promesas que les hizo? ¿Están ellos trabajando para que esas nuevas partidas se logren? En una rama en la que hay mucho jefe-magistrado y poco trabajador-juez que descongestione la acumulación de expedientes, ¿existe un plan de eficiencia en la gestión y administración de la rama verdaderamente relevante? ¿Qué se puede hacer, en ese sentido, para que se disminuya la penosa impunidad y falta de justicia que existe en muchos casos?

Esas son las preguntas que uno esperaría que se aborden en una cumbre con estadistas que de verdad lo sean; con "jefes" que inspiren respeto por su capacidad de trabajo y no apenas por el título o la toga que llevan, mucho menos por la cantidad de gritos que peguen.

Cuando los jefes se encuentren, más vale que piensen en el ejemplo que le deben dar a la Nación. Tal vez algunos esperen que sigan peleando para conseguir más clics y alimentar debates inocuos, pero la gran mayoría lo que demanda de ellos son soluciones y no insultos; son respuestas institucionales a los problemas del país y no intercambio de trinos efectistas y provocadores.

Cuando los jefes se encuentren, ojalá caigan en cuenta de que los únicos que ganan, viéndolos pelear, son organizaciones como el 'clan del Golfo’' que seguirán haciendo de las suyas mientras "los buenos" se dividen. A nadie más le sirve una ruptura institucional.

Cuando los jefes se encuentren –y ojalá lo hagan pronto– necesitamos ver más líderes que jefes en un país que no puede seguir gobernado por pasiones personales.