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Por Álvaro Bustos González
Había que traducir a palabras e imágenes un ecosistema de aprendizaje. Era halagador que apareciera la palabra aprendizaje antes del vocablo enseñanza, que transfiere la responsabilidad al profesor, dejando al alumno en babia y sin deberes concretos. Luego había que ingeniárselas para elaborar, dentro de una estructura espacial, el concepto de cada uno sobre la educación y sus componentes.
Yo opté por dibujar tres círculos concéntricos que involucraban a la ciencia como el instrumento que nos aleja del error, a las humanidades como aquello que, a partir de la cultura y las bellas artes, nos enseña a
pensar y a sentir, y a la ética y la bioética como las formas ideales para comprender la
epistemología y la importancia de afrontar, con un sentido reflexivo, los dilemas morales
que surgen de la aplicación de la ciencia y la tecnología en las especies vivas, y sus repercusiones en el medio ambiente. Así las cosas, dibujé una casa con una puerta de entrada pequeña, pensando en lo difícil
que es acceder a un conocimiento universal, como el que se daba en tiempos de Leonardo da Vinci, a sabiendas de que hay unos oficios, más allá de las profesiones liberales que
ejercemos, que tienen tanto valor y dignidad como la medicina y las ingenierías, y que no
necesitan un título universitario convencional, como los aprendizajes tecnológicos, por
ejemplo, que cada vez son más necesarios.
Esa puerta estrecha también provino de los rigores del método científico, que, aunque no nos deja divagar, tampoco nos impide reconocer que hay en el mundo una infinidad de cosas y temas subjetivos que, por su naturaleza, son inmensurables, sin la posibilidad de hallarles alguna significación estadística.
Más adelante, ante la invitación de la moderadora del taller a discutir sobre el futuro de
los proyectos educativos institucionales, dije que para innovar y diversificar los saberes es
imprescindible que el estudiante entienda lo procedente de la autoformación, de su esfuerzo continuado, para que así él pueda llegar a acceder, al cabo, al verdadero conocimiento.
Después dibujé cuatro asteroides para que los habitaran mis hijos y nietos, y plasmé debajo unos signos de interrogación como símbolo de que muchas "verdades" son puramente conjeturales, que nos falta mucho por aprender y que la mejor manera de lograr cierta lucidez sería, tal vez, preservando hasta el final una duda sensata llamada escepticismo.
*Decano, FCS, Unisinú -EBZ-.