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Apariencias

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13 de mar. de 2023

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Por José Arturo Ealo Gaviria*

Cuando la realidad del sueño logra su esplendor, se vive la vaga impresión que realmente es una "apariencia". Es más, una mente filosófica percibe que, por debajo de la vida que estamos viviendo, existe otra. Oculta. En consecuencia, nuestra realidad es también apariencia. La mente filosófica posee la facultad de ver, en ocasiones, en los seres y en las cosas, otras visiones y espejismos.

Quien está concebido de sensibilidad artística, procede, con alusión a la realidad de un sueño. Se complace en considerarla con exactitud: imágenes que sirven para interpretar la vida. Se prepara.

No experimenta solo la verdad de imágenes agradables y radiantes. Las imágenes con desazón, oscuras, confusas o lúgubres, los inesperados obstáculos, las ironías de la suerte, las esperas ansiosas, en una sola palabra, toda la "divina comedia" de la existencia, con su Infierno, se desarrolla ante sus ojos, no como un juego de sombras —puesto que se es partícipe en las escenas—, pero tampoco sin que se mezcle en ella una fugaz impresión de "apariencia".

Quizás más de un lector para animarse, recordará haberse dicho, en los peligros y los terrores del sueño, para animarse a mantenerlos: "Es un sueño. Sigamos soñando". Es más, existen personas capaces de proseguir, durante más de dos noches consecutivas o más, la trama de un mismo sueño como a un placer profundo y a una dichosa necesidad.

En cierto modo, los griegos expresaron por medio de su Apolo esta dichosa necesidad del sueño: Apolo, dios de las energías que dan su forma propia a las cosas, es, al propio tiempo, el dios de las profecías. Su nombre significa "luminoso", y él reina también sobre la luz del mundo interior de la imaginación.

La verdad y la perfección, que traslucen en este mundo e iluminan la realidad del día, donde nunca podemos tener más que una comprensión hecha fragmentos, nuestra confianza en la acción bienhechora y saludable de los sueños constituyen el homólogo simbólico de la profecía y de las artes en general, que hacen la vida posible y digna de ser vivida. Pero esta sutil frontera, que el sueño no debe franquear, bajo el riesgo de caer en el síntoma —donde la apariencia nos engañaría como una realidad grosera—, este confín es también inseparable de la imagen de Apolo.

Corresponde a su espíritu de mesura, a su alejamiento de los impulsos brutales, a su serena sabiduría de dios escultor.