Por Guillermo Santos Calderón

Que la Superintendencia de Transporte esté pensando en pasar un proyecto de ley para prohibir las aplicaciones digitales de transporte como Uber e InDriver es tan salido de la lógica que pareciera venir de la Presidencia. Y, como generalmente pasa, aún más ahora, personajes del Gobierno se estrellan el uno contra el otro negando lo que se propone.

Esto es lo que ocurrió cuando el ministro de Transporte salió a negar que este proyecto se fuera a presentar, lo que habla bien del ministro Reyes. Valga destacar que muchos taxistas amarillos se han suscrito a estas aplicaciones y seguramente les generan beneficios económicos importantes.

Mirando esta situación propuesta por la Superintendencia queda uno con la gran duda de en qué siglo está quien la dirige, pues es como volver a un ábaco para hacer cuentas, en lugar de usar una calculadora electrónica o un computador. Lo que se debe hacer es normalizar el uso de estas aplicaciones para que estén de acuerdo con las normas que rigen otros servicios similares no digitales.

La vida digital llegó, y todos le deben abrir los brazos. No hacerlo es volver a las cavernas.

Este país no se puede seguir manejando según lo que algunos gremios quieran, propongan o rechacen, según el servicio que prestan.

No tengo duda de que en esta decisión el sindicato de taxistas tuvo alguna influencia y la Superintendencia le paró bolas, en lugar de entender qué es lo que le conviene al país.

Las 'apps' mencionadas son apenas dos de las muchas que están vigentes no solo en el mercado de transporte, sino también en el de alojamiento y otros servicios. El mundo digital se va a desarrollar así, ofrecer servicios para facilitarles la vida a los ciudadanos.

Ponerle un palo en la rueda al desarrollo digital va en contravía de lo que el Mintic está buscando, al capacitar a muchos jóvenes para el desarrollo de aplicaciones e iniciar emprendimientos, o de lo que el de Ciencia y Tecnología seguramente tiene en la mira. Este hecho de la Superintendencia de Transporte se podría ver como si estuviéramos en una maratón hacia la meta del cierre de la brecha digital y en un momento decidiéramos correr de espaldas, hacia atrás.

Esto no tiene ninguna explicación y se debe echar para atrás. El superintendente debería dar una explicación sobre las razones que lo llevaron a tomar esa decisión.

La vida digital llegó, y todos le deben abrir los brazos: políticos, empresarios, deportistas, familias, colegios, todos. No hacerlo es volver a las cavernas.