28 de abril de 2025
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¿A qué sabe Montería? ¿A qué sabe el Sinú?

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1 de sep. de 2024

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Por: Diana Patricia Pinto


¿A qué sabe la nostalgia? Eso depende de a quién le pregunte. Si le pregunto a mi mamá, creo que me respondería que sabe a galleta de limón de Purísima y a rosquitas monterianas. Ella vive en Cartagena desde hace décadas, extraña a su Montería del alma y a su Córdoba, que lleva en el paladar de sus recuerdos. 


Y sí, la nostalgia no solo duele y se siente en el corazón. La nostalgia duele y se siente en el estómago, y también en la nariz. La nostalgia tiene sabores, tantos sabores como humanos hay en la tierra. 


¿Qué es la nostalgia? Los antiguos griegos fueron quienes le dieron nombre a ese sentimiento: nóstos, que significa “retorno a casa” o “viaje a casa,” y álgos, que significa dolor o angustia. Por lo tanto, si nos aferramos a la mera etimología, nostalgia significa “dolor por el hogar”. 


Pero el lenguaje es un ser vivo. Somos nosotros quienes le damos la energía de vida; el lenguaje cambia, evoluciona, muta tanto o igual que los hombres. Desde los antiguos griegos hasta hoy, el significado de “nostalgia” se ha ampliado, mutado y cambiado. El nombre que los griegos le dieron a este sentimiento fue tan poderoso que la palabra “nostalgia,” en casi todos los idiomas occidentales (francés, italiano, alemán, inglés, portugués, entre otros), proviene del griego antiguo. 


Pero, ¿qué es la nostalgia? ¿Una emoción o un sentimiento? Pues es lo uno y es lo otro. Me parece maravilloso que sea ambas cosas. 


Cuando la nostalgia es emoción, se parece y sabe a la galleta de limón de Purísima. Al ser una emoción, surge como una respuesta afectiva, que al igual que la galleta de limón, tiene una receta: la tristeza corresponde a 500 gramos de harina de trigo, la alegría a 250 gramos de azúcar, el anhelo a un huevo, los suspiros a 10 gramos de bicarbonato, la añoranza a 200 gramos de margarina, un nudo en la garganta a una taza de leche cortada, y una pizca de melancolía a la ralladura de limón con una pizca de nuez moscada rallada. 


Tanto para preparar nostalgia como para preparar la galleta de limón, todo esto se mezcla y se lleva al horno: a un horno de leña en el caso de la galleta, y en el caso de la nostalgia, a un horno que se llama corazón. 


Cuando la nostalgia es un sentimiento, se parece y sabe a la rosquita monteriana. Ambos tienen solo dos ingredientes principales e importantes: el queso costeño, que es la conexión con nuestro pasado, y la harina, que es la conexión con nuestra identidad. 


La nostalgia como emoción es más intensa y de corta duración, igual que cuando se cocina la galleta de limón en un horno de leña: menos tiempo en el horno y más caliente el fuego. En cambio, la nostalgia como sentimiento es más duradera en el corazón y menos intensa, igual que la rosquita monteriana en un horno normal: más tiempo al fuego, pero a menor temperatura. 


Cuando un cordobés o cordobesa que vive fuera de su ciudad le da un mordisco a una galleta de limón, le sabe a su Sinú y le roba suspiros y sonrisas. Cuando disfruta con gusto de un paquete de muchas rosquitas monterianas, son tan crocantes y deliciosas como la evocación de sus recuerdos de infancia. 


Definitivamente, la nostalgia no es solamente una emoción y un sentimiento; la nostalgia también es un sabor, que cambia de acuerdo a la persona que la experimenta. En japonés, la nostalgia se llama “natsukashii” y sabe a sushi, ramen y sake. En China, en mandarín, la nostalgia se llama “sixiang” y sabe a dumplings y chop suey. En árabe, la nostalgia se llama “hanin” y sabe a hummus, falafel y tabbouleh. 


Y si viajamos al pasado, la nostalgia para los aztecas, en su lengua náhuatl, tenía un nombre compuesto, la unión de dos verbos como "mohua" (llorar) e "ixca" (extrañar), o el concepto de “tlazohcamati”, que significa un agradecimiento nostálgico por algo que ya no está. La nostalgia azteca sabe a atole, pozole y tlacoyos. 


De todos los idiomas, mi palabra favorita para definir la nostalgia es en portugués: saudade. Nostalgia podría definirse en portugués como saudade, una palabra que no tiene una traducción exacta en otros idiomas, pero se describe como un sentimiento profundo de añoranza o nostalgia, un anhelo por algo o alguien ausente. Se siente melancolía y deseo de volver a vivir ese momento o estar con esa persona que se extraña. Es un sentimiento complejo, que mezcla la tristeza por la ausencia con el placer que produce recordar algo querido. Fue el escritor portugués Manuel de Melo quien definió saudade en el año 1660. ¿A qué sabe la nostalgia en Portugal? A feijoada, alheira y caldo verde.

La nostalgia es comestible: para un italiano quizás sepa a espaguetis o a pizza, para un paisa a frijoles, arroz y chicharrón, para un rolo a changua o ajiaco, para un argentino a carne a la parrilla y para un cordobés a galleta de limón, rosquitas monterianas y también a bollo de batata. 


Y creo que todo sucede al mismo tiempo: cuando se le da un mordisco a la galleta de limón, la nostalgia se adueña del corazón de quien deleita esa deliciosa galleta.


Pablo Neruda, un día, decidió rendirle homenaje a la cotidianidad, a los objetos y elementos de su día a día, y para ello escribió primero el libro Odas elementales. Luego continuó con la serie y escribió dos libros más: Nuevas odas elementales y Tercer libro de odas. Todos son una colección de poemas donde convierte en poesía a los tomates, el mar, los gatos, la cebolla, y a todos los objetos y elementos que le gustaban y amaba. Para Neruda, la poesía no solo se encuentra en temas trascendentales, sino también en los objetos más comunes de nuestra vida diaria. Pablo Neruda nos invita a encontrar poesía en lo ordinario, a valorar la belleza que a menudo pasamos por alto. Cada objeto, cada sabor, cada aroma es una manifestación de la vida misma y, por lo tanto, es poesía. 


Si las galletas de limón y las rosquitas monterianas son nostalgia comestible, entonces también son poesía. Aceptando la invitación de Neruda a ver con otros ojos los objetos de nuestra cotidianidad, de atrevida me arriesgué a escribir una oda para la galleta de limón de Purísima y otra para las rosquitas monterianas. Con suerte, cuando Neruda desde el más allá lea mi torpe intento de odas, quizás sonría.


Tú, que me lees, ¿a qué sabe tu nostalgia? ¿Te atreves a aceptar la invitación de Pablo Neruda? Evoca el sabor de tus recuerdos, toma un lápiz, una hoja y deja que tu alma escriba una oda a esa nostalgia comestible que vive en tu corazón. 


Oda a las Rosquitas de Montería


En Montería,

bajo el sol intenso que saluda,

nacen las rosquitas,

son un remolino de harina y queso costeño

pequeñas coronas doradas

de felicidad en cada mordisco.


Eres, rosquita monteriana,

el lazo que une

el tiempo y la tradición,

un abrazo que cruje

dentro de los dientes,

un eco de la ciudad que extraño.


En cada bocado,

se siente la historia

de tu tierra y de tu rio,

la esencia de Montería

en una pequeña rueda

de delicioso sabor.

Eres el alma de la tarde,

cuando el Sinú murmura

los secretos de los habitantes.


Oda a la Galleta de Limón 

de Purísima


¡Oh, galleta de limón, eres tesoro de infancias!

Pareces un sol incandescente bañado en harina,

en ti el azúcar danza

y la esencia del limón canta porros en las mañanas.

Eres, galleta de limón,

un beso cítrico en las tardes calurosas,

un crujir de alegría

en la boca de aquellos que sueñan

y extrañan su tierra.


Nacida en los hornos de Purísima, 

eres junto a un café

un mordisco de abrazo dulce en una mañana tibia.

Con cada mordisco, 

eres un canto a la vida: simple y sencilla.


Tu sabor es una sonrisa

que evoca al rio Sinú,

con brisas que susurran

secretos en su orilla.


Amada galleta de limón,

en cada mordisco

se esconde un fulmínate rayo

de alegría,

eres una evocación de recuerdos. 

Bendita seas siempre,

por hacer del simple

acto de comer,

una experiencia divina.