- Córdoba
- No Comment
A propósito del despecho

Por Pablo Rosselli Cock
Por estos días la palabra despecho sonó mucho a raíz de la muerte de Darío Gómez, que se ganó el honroso título del rey de este complejo sentimiento que ha dado origen a múltiples festivales a lo largo y ancho del país. Por algo será, porque el despecho es universal. Los colombianos vivimos el despecho con intensidad y es un elemento preponderante en la cultura, tanto que existen muchos exponentes de la música para los entusados en diferentes géneros como la carrilera, los vallenatos, las rancheras y hasta el reguetón.
Se supone
que los despechos sirven para
amar mejor
pero no
siempre
sucede.
El término despecho, en contra de lo que yo pensaba, no proviene de ese dolor opresivo que se siente en la parte anterior del tórax cuando nos “dan calabazas”, sino que es una pérdida, la consecuencia de haber perdido el amor. No es despechado aquel que después de una larga relación ve extinguirse el afecto, sino el que se hunde en las gélidas aguas del desamor del otro justo cuando más enamorado está. Sobra decir que el despecho se ubica en el espacio del amor en el que están involucradas las personas que se atraen afectiva y eróticamente.
De hecho, si el amor como lo define el Diccionario de La Real Academia Española es un “sentimiento intenso del ser humano que, partiendo de su propia insuficiencia, necesita y busca el encuentro de unión con otro ser”, el despecho es todo lo contrario. Es la peor consecuencia de estar enamorado que, como todo, tiene un precio muy alto, incluso la vida. María Moliner, en su Diccionario del uso del español describe el despecho así: “Enfado violento por algún desprecio o desengaño sufrido que predispone a tomar la revancha o a hacer algo irrazonable o inspirado solo por ese sentimiento”. Pone como ejemplo: “Le dejó su novia y, por despecho, se casó con la primera que se le puso delante”.
Los ciudadanos de la patria del árido despecho están atascados entre el pasado y el futuro. No tienen vida en el presente y suelen vagar por el mundo desmotivados, taciturnos, aislados, insomnes, pierden el apetito y algunos caen en depresión. En la literatura, Florentino Ariza en El amor en los tiempos del cólera soportó el amor no correspondido con estoicismo durante décadas y mitigó el dolor acostándose con 622 mujeres. Vale la pena anotar que la promiscuidad suele ser un recurso frecuente de las víctimas del desamor confirmando aquello de que “un clavo saca otro clavo”.
Por fortuna los despechos mueren, aunque muy lentamente a diferencia del amor que no muere, simplemente cambia de domicilio. Se supone que los despechos sirven para amar mejor pero no siempre sucede. Sin embargo, los sinsabores del amor pueden dejar algo bueno. Dicen que “Las grandes glorias de la humanidad han sido propiciadas por tragedias del corazón”.
A pesar de todo hay individuos que prefieren vivir en un eterno sufrimiento. Oí decir a un despechado después de muchos intentos de consuelo y con copa de aguardiente en mano: “Esta tusa tan buena no me la quita ni el putas”.